Vladimir Putin se encargó de cultivar una imagen de presidente duro. Sus fotos en prácticas poco frecuentes para jefes de estado así lo demuestran. Arriba de un auto de Fórmula-1, nadando mariposa en un lago ruso, con una escopeta y en cuero en medio de los pastizales. Pese a sus 64 años, luce una imagen atlética. En su rutina de entrenamiento y su dieta rigurosa está la explicación.
De acuerdo a Newsweek, por lo general, Putin se levanta entrada la mañana y come el desayuno cerca del mediodía: una tortilla abundante o un tazón de cereales de avena, sumado a huevos de codorniz y jugo de fruta. Una vez terminado el desayuno, recién entonces toma un café.
Putin tiene un gimnasio personal completamente equipado.
El mandatario es un obsesivo en las comidas. Se cuida hasta en el mínimo detalle. En sus visitas al exterior jamás acepta un alimento del anfitrión sin que antes haya sido controlado por el Kremlin. No se sirve productos lácteos fuera de su país y su devoción radica en el helado de pistacho.
Además, más allá del estricto formalismo de una reunión, no bebe alcohol. Su intención proyectar una imagen que contrasta con la de antecesor Boris Yeltsin y apunta a no dar un mensaje equivocado a una población que sufre una epidemia de alcoholismo como la rusa.
El presidente ruso nada dos horas por día.
Después del desayuno, es el momento del ejercicio. El presidente de Rusia pasa dos horas diarias nadando, una de sus grandes pasiones, la cual usa también como un espacio de introspección y reflexión. Luego llega el turno de una sesión de gimnasio. Un salón completamente equipado que costó 3.200 dólares. Allí levanta pesas y hace la rutina de remo para mantenerse en forma.
Cada algunas semanas, su calendario se despeja para dar lugar a otro de sus deportes predilectos: el hockey sobre hielo. Putin no es solo un gran fanático desde las gradas, sino que participa en una liga en la que enfrenta, entre otros, a equipos de guardaespaldas.
Putin también juega al hockey ocasionalmente.
Su acercamiento a los deportes ocurrió cuando tenía 11 años y notaba que sus compañeros de clase eran más altos y corpulentos que él. Decidió tomar clases de sambo, un arte marcial ruso que hasta hoy practica. Consiste en la defensa personal y combina las mejores técnicas de todas las vertientes. Una mezcla del judo japonés con elementos de las luchas tradicionales de Occidente.
Con información de Infobae.