“Yo soy Lula” gritaban los miles de militantes mientras arrastraban a su líder, Lula da Silva, en brazos. Con un baño de masas parecía despedirse el mayor líder de la historia de Brasil, el presidente que provoca más emociones en su pueblo y que este sábado se entregó a la Policía Federal de Congonhas (Sao Paulo) para cumplir la condena de 12 años y un mes de prisión.
Pero cuando el ex presidente salía de la sede sindical, decenas de militantes bloquearon el paso del vehículo y, tras varios minutos, Lula salió del vehículo de sus abogados para volver al Sindicato de Metalúrgicos donde se halla pertrechado desde el jueves. Finalmente, el exmandatario abandonó el sindicato a pie para entregarse a la Policía.
Los seguidores de Lula bloquearon el paso de su vehículo en su primer intento por entregarse. / Foto: Reuters.
El líder del Partido de los Trabajadores (PT) fue recibido por grupos de detractores y simpatizantes en la sede de la Policía Federal en Sao Paulo, a donde fue conducido tras entregarse a las autoridades.
Los vehículos prácticamente tuvieron que parar en el portón de la instalación policial por la aproximación de manifestantes, algunos gritando su apoyo al considerado líder más carismático de Brasil y otros festejando su detención. Tras la entrada de los vehículos, la Policía tuvo que separar ambos grupos para impedir enfrentamientos. En su mayoría, los manifestantes eran detractores del líder socialista y festejaron su encarcelamiento sacudiendo una enorme bandera de Brasil y arrojando fuegos artificiales.
Lula fue sometido a un examen físico en la sede de la Policía Federal en Sao Paulo antes de ser trasladado este mismo sábado a Curitiba, ciudad en el sur de Brasil, en donde tendrá que cumplir su condena de 12 años por corrupción en una celda especial de 15 metros cuadrados que fue adaptada en la sede de esa misma institución.
Antes de salir por la puerta grande del sindicato había dejado un puñado de frases épicas, ya conocidas, con las que siempre desarma a sus seguidores:
- “Los poderosos pueden acabar con una, dos, o cien rosas, pero no pueden detener la primavera”.
- “Si el crimen que cometí fue llevar salud, comida y educación a los pobres, entonces quiero seguir siendo un criminal”.
“No te entregues” le respondían los militantes que llevaban más de 30 horas de vigilia frente al sindicato metalúrgico de Sao Bernardo dos Campos para apoyar a su líder: “Para protegerlo”, nos corrige el pastor evangélico José Barbosa. Si el viernes fue un día de mucha expectativa, con ciertas esperanzas de que se pudiera atrasar la entrada en prisión del expresidente, el sábado fue para los petistas un día de exaltación. También de rabia. Y, sobre todo, de muchas lágrimas.
“No te entregues”, seguían los gritos. Por primera vez, los miles de simpatizantes, de fieles -sería más correcto-, podían comunicarse con el hombre al que veneran, para decirle: “resiste”. Lula escuchaba, asentía con los brazos y soltaba alguna que otra sonrisa que alternaba con gestos serios. Era su primera aparición desde que en la noche del jueves supo del mandato de prisión inminente que le envió el juez Sergio Moro. Entonces, quien fuera el primer obrero en alcanzar la presidencia de Brasil, se atrincheró en el Sindicato de Metalúrgicos de San Bernardo dos Campos.
El juez Sergio Moro, el primero en condenarle a nueve años y medio de prisión por lavado de dinero y corrupción pasiva, y el Tribunal Regional Federal de la 4ª Región de Porto Alegre (TRF-4), que ratificó la sentencia y aumentó la pena para doce años y un mes de cárcel, se habían saltado los protocolos legales para adelantar la orden de prisión. Por esa razón la defensa de Lula había cuestionado la celeridad con que se realizó el proceso y tenía esperanzas. Sin embargo, entre ayer viernes y hoy sábado se desdibujaron.
Un recurso en el Tribunal Superior de Justicia fue denegado. Una medida cautelar en el Comité de Derechos de Naciones Unidas de Ginebra no obtuvo respuesta. Un último recurso ante el Supremo Tribunal Federal también denegado. Y pasadas las 11 de la mañana de este sábado se supo que esa última apelación, el “as de la manga” que le quedaba a Lula como última chance, también se rechazó.
Antes de abandonar el sindicato, Lula no flaqueó y dio esperanzas a un público que se quedaba sin ellas. Presentó a futuros líderes de la izquierda de partidos más radicales que el propio PT, como Guilherme Boulos (PSOL) y Manuela D’Ávila (PCdoB). Había convencido a sus fieles de que entregarse a la policía era la mejor opción y les aseguró que no estaría mucho tiempo en la cárcel: “La Historia va a probar que el único culpable fue el delegado de policía que me acusó y el juez que me condenó”. También mandó deberes: “Lula son ustedes y van a ir por el país haciendo lo que debe ser hecho. Mis ideas ya están en el aire, no pueden detenerlas”.
El expresidente llegó a Curitiba en una avioneta.
A las tres de la tarde -horario de Brasil- los helicópteros de la policía ya sobrevolaban San Bernardo. En el aeropuerto de Congonhas (Sao Paulo) un avión de la Policía Federal esperaba al mayor líder de la historia de Brasil para trasladarlo a la prisión de la Policía Federal de Curitiba, su destino, desde hoy, por los próximos 12 años.
Con información de EL MUNDO.