Este sábado, el apoyo llegó desde la más alta esfera del poder: la propia presidenta Dilma Rousseff fue a Sao Paulo para visitar al exmandatario.
Ya el viernes, Rousseff había criticado la retención de su antecesor y mentor político, pero este sábado fue hasta su residencia de Sao Bernardo do Campo y apareció en un balcón al lado de Lula y su esposa Marisa Leticia.
La idea es que las manifestaciones se extiendan masivamente a lo largo y ancho del país, escuchó de varios simpatizantes Francho Barón.
Lula se dio otra vez un baño de masas. Las del sábado fueron escenas de auténtico fervor hacia uno de los iconos de la reciente historia de Brasil y al preguntar si Lula será el proximo presidente de la República, la respuesta fue unánime.
“Claro, 2018 está a la vuelta de la esquina, él se va a presentar como candidato y la militancia irá a las calles para elegirlo”, aseguró Carolina Cardoso, una militante del PT.
El viernes, el exmandatario fue conducido forzadamente a una comisaría para prestar declaración por su presunta vinculación con la red corrupta destapada en la estatal petrolera Petrobras.
Muchos simpatizantes y correligionarios tienen sus sospechas del objetivo de la detención relámpago.
“En verdad, lo que está detrás de todo este movimiento es impedir que Lula sea nuestro candidato a presidente de la República, en el 2018”, sostuvo el diputado Vicente Paulo da Silva, del Partido de los Trabajadores.
Y es que Brasil sigue conmocionado ante la potente imagen de Lula declarando en una comisaría de Sao Paulo.
Para otro sector de los ciudadanos, el carismático expresidente tiene algo que esconder.
La fachada del Instituto Lula, en Sao Paulo, amaneció este sábado pintada con mensajes violentos contra el expresidente.
Movilizado a través de las redes sociales, Tod One, un artista plástico urbano acudió raudo a primera hora de la mañana hasta la sede del instituto para homenajear con un mural al exmandatario.
Un apoyo que no es el único, y que según Lula, es su combustible para volver a las calles.
Vía CNN.