Saúl Rocha habla inglés con acento. Este hombre que ahora viste un uniforme color verde olivo y que porta las insignias de la Patrulla Fronteriza emigró a Estados Unidos en 1996, cuando tenía 16 años. Él nació en México. Lleva casi una década arrestando indocumentados, criminales y narcos, la mayoría de los cuales son sus paisanos. Pero dice que no ve nacionalidades a la hora de hacer cumplir las leyes de este país.
“Estoy muy orgulloso de lo que hago. Estoy orgulloso de ser un ciudadano estadounidense y de mi herencia (mexicana) también. Pero mi trabajo es aplicar las leyes de Estados Unidos y mantener segura a la gente de Estados Unidos”, dice Rocha, de 37 años, en una entrevista con Univision Noticias.
El clima otoñal ya se siente en la frontera entre Tijuana y San Diego, y Rocha lo agradece. Dice que las altas temperaturas y la complicada orografía en las 60 millas que le toca vigilar son los principales retos en su trabajo. “Es difícil, a veces el clima, trabajar aislado; a veces estás solo. Es como todo, hay días difíciles y otros comunes”, comparte el agente mientras camina por una colina desde la cual se observa Playas de Tijuana, en México, por un lado, y un desértico parque nacional, en San Diego, por el otro.
Rocha, uno de los 2.400 oficiales fronterizos en el condado de San Diego, compara su labor con la de un policía en las calles de cualquier ciudad estadounidense. Ambos, explica, deben proteger una comunidad y poner tras las rejas a los delincuentes. Él asegura que jamás un paisano lo ha tachado de “traidor” por dedicarse a deportar a su propia gente.
Por otro lado, menciona que cuando los traficantes de personas o de droga se tornan agresivos, estos no distinguen el color de piel ni los apellidos en los uniformes. “He sido atacado con piedras en múltiples ocasiones”, relata.
Después de servir siete años en las Fuerzas Armadas, Rocha intentó ingresar a una agencia policial, entre estas la Policía de San Diego, pero finalmente fue aceptado en la dependencia encargada de vigilar las zonas limítrofes de EEUU. Él agradece que haber nacido en México le ayude en su trabajo. “Entiendo la cultura”, señala.
Poco más del 50% de los agentes de la Patrulla Fronteriza son de origen hispano, más del doble de los empleados latinos en el Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE). Esa dependencia, según una orden ejecutiva firmada por Donald Trump en su quinto día de mandato, recibiría a 5.000 nuevos oficiales, además de un nuevo muro, pero siete meses después esos planes siguen en el tintero.
De hecho, uno de los principales retos en el proceso de contratación es la prueba del polígrafo, también conocida como detector de mentiras. Un reporte del Inspector General del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) revela que entre los 2.300 rechazados en el proceso de selección en la Patrulla Fronteriza y la Oficina de Aduanas y Control Fronterizo (CBP) de 2012 a 2016, algunos confesaron que participaron en el tráfico de personas y de droga, que eran cercanos de personas que lo hacían, e incluso uno aceptó que violó a una mujer intoxicada.
“Se me hizo triste detenerlas”
Eduardo Olmos tiene 37 años y ya suma 10 años en la Patrulla Fronteriza. Aunque él nació en Texas, dice que se siente mexicano porque pasó toda su infancia en Tijuana. Siendo adolescente su familia se mudó a San Diego. Cuando trabajaba en una tienda Walmart le nació el deseo de ser un oficial federal. La esposa de su entonces supervisor estaba en esa agencia.
“Me contaba que pagaban bien, que tenían buenos beneficios, que era un trabajo emocionante”, cuenta Olmos, afirmando que todo es cierto, aunque subraya que ahora San Diego se ha vuelto uno de los sectores más tranquilos.
“Estuve en Texas, ahí a diario hay varias cosas, ya sea un cargamento de droga, grupos grandes (de indocumentados)”, dice con acento bajacaliforniano.
Este agente comenta que está acostumbrado a esquivar los comentarios negativos sobre su trabajo y menciona que su labor también ayuda a la seguridad de México.
“Tengo raíces mexicanas, mi acento, mi color de piel, mi apellido, no puedo negarlo; estoy orgulloso de ello, me encanta ir a México”, señala. “Ser de origen mexicano es una bendición”, agrega.
Eduardo Olmos, agente de la Patrulla Fronteriza, pasó toda su niñez en Tijuana, México.
Olmos, cuyos padres nacieron en Aguascalientes y Zacatecas, cuenta que ha tenido sentimientos encontrados al poner bajo custodia a algunos migrantes. “Es difícil no sentirse mal, soy humano”,comenta, conocedor de que varios arriesgan todo para trabajar en Estados Unidos. “Nadie puede negar que vienen a hacer una vida mejor, pero no todos”, dice.
La actual administración federal ha cambiado la dinámica en la frontera. Mientras los cruces ilegales bajaron un 22% en comparación con el verano pasado, las detenciones de indocumentados han aumentado un 43% desde enero.
Sin embargo, los poco más de 24,000 detenidos no tenían antecedentes penales, esto es casi tres veces más que en los primeros siete meses del 2016, todavía durante el gobierno de Barack Obama.
Según las autoridades estadounidenses, en la Colonia Libertad (Tijuana), que se observa al fondo de esta foto, viven traficantes de personas y drogas.
Hace cinco años, en la zona montañosa de Jamul, una de las regiones más peligrosas para los migrantes en San Diego, el agente Olmos rescató a una madre y sus tres hijas, de las cuales la menor tenía 8 años.
“Se me hizo triste detenerlas, pero a la vez estaba contento que las encontré. El ‘pollero’ (traficante de personas) las dejó ahí; les quitó la comida y el agua, y les mintió diciéndoles que iba a regresar con más (agua y comida) pero nunca regresó”, relató.
En el lado de Tijuana, los asentamientos poblacionales llegan hasta la vieja barda fronteriza, razón por la que está en constante vigilancia de la Patrulla estadounidense.
Ese día, aseguró Olmos, regresó a su casa satisfecho por su labor. “Este es mi trabajo y es en beneficio de las dos comunidades (Tijuana y San Diego)”, dice.
Con información de Univision.