“Les pedimos que piensen detenidamente sobre los días que vienen y si pueden hacer más para protegerse a sí mismos y a los demás”, dijo el primer ministro Boris Johson en una rueda de prensa televisada.
“Una Navidad más pequeña será una Navidad más segura”, insistió pidiendo prudencia.
Si hasta ahora la situación era especialmente preocupante en el norte de Inglaterra, el lunes el gobierno informó de que en algunos puntos del sureste el número de infectados se está duplicado cada siete días.
Esto coincide con la aparición en esa zona de una mutación del coronavirus que el ejecutivo no pudo sin embargo asegurar si es la causante del aumento de los contagios.
Como consecuencia, Londres y partes de los condados circundantes entraron en la madrugada del miércoles en el nivel máximo de alerta, que ahora concierne a 34 millones de personas, 60% de la población de Inglaterra.
Esto implica el cierre de hoteles, bares y restaurantes -que ya sólo pueden vender comida para llevar-, locales culturales como cines, teatros y museos y centros de ocio.
Todo el que pueda hacerlo debe trabajar desde casa y evitar los viajes.
Las medidas incluyen también una limitación de los contactos: está prohibido encontrarse en lugares cerrados con personas con quienes no se conviva y las reuniones al aire libre no pueden superar las seis personas, niños incluidos.
Comercios, salones de belleza y gimnasios pueden permanecer abiertos. Y también las escuelas, aunque algunos distritos de Londres optaron por cerrarlas adelantando las vacaciones navideñas.
No “criminalizar” la Navidad
Pero el gobierno decidió hace semanas relajar las normas entre el 23 y 27 de diciembre para que las familias puedan viajar y reunirse en Navidad, lo que preocupa a muchos.
Científicos y opositores llamaron a Johnson a dar marcha atrás, temiendo otro aumento de las hospitalizaciones, pero este optó por mantener lo prometido y lanzar un mensaje de moderación.
“No estaría bien criminalizar a quienes ya han hecho planes y simplemente quieren pasar tiempo con sus seres queridos”, dijo.
Pero rápidamente surgieron fisuras: el gobierno autónomo de Gales decidió limitar a dos hogares, en lugar de tres, la autorización legal de reunirse en Navidad.
Johnson por su parte propuso posponer los reencuentros para cuando personas ancianas o vulnerables hayan sido vacunadas.
Uno de los países más afectados de Europa, con 65.000 muertos, el Reino Unido fue el primero en Occidente en iniciar la semana pasada una campaña de vacunación, tras haber sido el primero del mundo en aprobar la vacuna desarrollada por Pfizer/BioNTech.
Más de 137.000 personas ya recibieron la primera de las dos dosis necesarias.
Jarro de agua fría
Toda Inglaterra salió el 2 de diciembre de cuatro semanas de confinamiento, el segundo, y el país entró en un sistema reforzado de restricciones locales.
En la capital habían podido reabrir restaurante y teatros, con la esperanza de que la frenética actividad de las semanas previas a la Navidad les permitiese recuperar parte de los ingresos perdidos.
El nuevo cierre cayó como un jarro de agua fría para quienes habían invertido en preparativos.
Es “un desastre para los teatros de Londres”, reaccionó el director del Theatres Trust, Jon Morgan. “Han trabajado increíblemente duro para crear ambientes seguros para las audiencias y sin culpa alguna se enfrentarán ahora a enormes pérdidas financieras”, subrayó.
El repentino anuncio obligó también a los restaurantes a anular sus reservas para las próximas semanas y hacer frente a los cuantiosos pedidos pasados a sus proveedores de unos alimentos que ahora pueden echarse a perder.
“Sé que es una noticia difícil (…) y que para los negocios afectados será un revés considerable”, había dicho el ministro de Sanidad, Matt Hancock, al anunciar el lunes esta medida “absolutamente esencial”.
Con información de Infobae.