Frances Ha” es una cinta que lidia con los dilemas de los jóvenes contemporáneos: aquellos que imaginaban que la prosperidad llegaría en forma de éxito pero se encontraron con que el mundo funcionaba de forma diferente. Filmada por completo en blanco y negro, la cinta es una apología de la generación más soñadora desde los babyboomers en los 60.
Es inevitable preguntarse: “¿Cómo se encuentra la felicidad?” Esta interrogante angustia la mente de millones de personas y en muchos casos jamás llega una respuesta. Desde la adolescencia comienza a buscarse un camino para llegar a ella, se toman decisiones en busca de calma y una vida tranquila y alegre, pero la realidad es incierta y nunca se puede saber cómo resultará el futuro. Es peor cuando todo parece inverosímil y no se encuentra ni una sola pista sobre si llegará la felicidad o si jamás hará su aparición.
Esta cinta, dirigida por el genio del cine independiente, Noah Baumbach (responsable de la galardonada “The Squid and the Whale” y de algunas colaboraciones con Wes Anderson), presenta al personaje de Frances, una chica que vive en Brooklyn con su mejor amiga –y alma gemela– Sophie. La joven es una bailarina que busca crear su obra y comenzar a ganar reconocimiento, pero todo se desmorona cuando el resto de las personas parecen madurar y ella no encuentra un camino estable; sufriendo, además, de dificultades económicas.
Baumbach usa referencias al cine francés con un soundtrack nada sutil que hace vibrar las escenas que muestran la euforia de Frances. Greta Gerwick interpreta el papel a la perfección y sus danzas empatan con el estilo europeo del director.
Al igual que en su trabajo en “The Squid and the Whale”, en el guión, Noah profundiza en las motivaciones de los personajes y en sus fachadas. El personaje principal sirve como un reflejo de un porcentaje de la audiencia y es un móvil para desenmascarar la realidad de un mundo falso. Sus expresiones de incomodidad, confusión y desesperación son el espejo de lo que siente al enfrentarse a un mundo que avanza dejándola atrás.
Personas que hablaban de nunca casarse, lo hacen; las promesas de amistad que se rompen y las relaciones que nunca nacen o que se destruyen, los dramas que aborda no los trata como un cliché sino con honestidad. La obra desnuda a sus sujetos con las palabras y gracias a ellas es posible entender el dolor de Frances.
La elección de Baumbach para la fotografía resulta natural. Impulsa a que la audiencia se enfoque en las conversaciones, a notar la sutileza como si la audiencia conociera a los personajes con la misma profundidad que a un viejo amigo. La cámara se enfoca en pistas y detalles que indican que detrás de las palabras también existen diálogos tácitos. La cercanía que tiene el espectador con los rostros de los personajes hace que no exista nada más. Cada quien se convierte en una versión de Frances y comienza a preguntarse, “¿cómo encontrará la felicidad?”.
La cinta no resulta pretenciosa como otras películas de su tipo, trata de señalar ese comportamiento en el cine y en la sociedad. No muestra personajes profundos ni bendecidos por un golpe de suerte o una revelación que les indica su destino, presenta individuos faltos de conocimiento, errados y perdidos. Asimismo, añade el contexto cultural y social y cómo influyen en cada una de las personas, haciendo que busquen una nueva visión de la felicidad o se resignen a abandonarla para siempre. Baumbach también resalta el hecho de que las decisiones tomadas entre los 20 y los 30 parecen definir por siempre la vida de las personas, pero no es así.
Si hubiera una sola forma de describir la cinta sería como una danza. Es una fascinante secuencia de movimientos coordinados. Imagen, sonido y palabras encajan en cada una de las escenas y la energía que aportan los actores le da el color que la escala de grises oculta. Es el punto más alto en la carrera de Noah Baumbach y no ofrece más que una ventana a un mundo que bien podría ser el de la audiencia. Es un clásico inmediato del cine de culto.
“Frances Ha” no define cómo se obtiene la felicidad, invita a no resignarse. Es una excelente obra que aporta al cine indie la valentía que lo caracteriza. Su visión no es demasiado brillante ni oscura, es un reflejo de la vida y las angustias que atormentan a la juventud constantemente. Es difícil saber qué caminos tomar para hallar ese sentimiento de calma, pero al menos es confortante pensar que eventualmente llegará.
Quizá ya está con nosotros y no lo hemos notado.
–