El primer ministro británico, Boris Johnson, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, habían marcado el domingo como fecha para decidir si las negociaciones avanzaban o se cancelaban.
Finalmente indicaron que “en este momento es responsable dar un paso más” y que habían indicado a sus negociadores que siguieran trabajando.
A menos de tres semanas para la ruptura definitiva con la UE, hay aspectos clave sin resolver sobre la relación futura entre el bloque de 27 países y su antiguo miembro.
Los progresos llegaron tras meses de tensas y a menudo hostiles negociaciones, que fueron limando las diferencias hasta reducirlas a tres puntos: las normas de competencia, los mecanismos para resolver disputas futuras y los derechos de pesca.
Han pasado cuatro años y medio desde que los británicos decidieron, con un 52% de votos a favor y un 48% en contra, abandonar la UE y, como decía el lema de los partidarios del Brexit, “recuperar el control” de las leyes y fronteras británicas.
Hicieron falta más de tres años de regateos hasta que Gran Bretaña abandonó las instituciones políticas del bloque el 31 de enero. Desconectar economías estrechamente ligadas dentro del mercado único europeo de bienes y servicios ha llevado aún más tiempo.
Gran Bretaña se ha mantenido dentro del mercado único y la unión aduanera durante un periodo de transición de 11 meses. Eso implica que por ahora, muchos no han notado apenas el impacto del Brexit.
El 1 de enero, se hará realidad. El día de Año Nueve traerá enormes cambios incluso si hay acuerdo. Ni personas ni mercancías podrán seguir moviéndose sin restricciones entre Gran Bretaña y sus vecinos del bloque.
Los exportadores e importadores afrontan declaraciones aduaneras, comprobaciones de mercancías y otras trabas. Los ciudadanos de la UE ya no podrán vivir y trabajar en Gran Bretaña sin visa -aunque eso no afecta a los más de 3 millones que ya están allí- y los británicos ya no podrán trabajar o retirarse automáticamente en la UE.
Aún quedan cuestiones sin resolver en temas grandes como la cooperación de seguridad o el acceso al mercado de la UE para el enorme sector británico de servicios financieros.
Sin acuerdo, Gran Bretaña comerciará con el bloque según los términos marcados por la Organización Mundial del Comercio, con todos los aranceles y obstáculos que eso implica.
Gran Bretaña ha admitido que es probable que una salida caótica produzca atascos en los puertos británicos, desabastecimiento temporal de algunos productos y subidas de precios en alimentos básicos. Se aplicarán aranceles a muchos productos británicos, incluido uno del 10% sobre los autos y otro de más del 40% al cordero.
Aun así, Johnson dijo que el país “prosperará enormemente” en esos términos.
Para impulsar las maltrechas conversaciones, los negociadores han marcado varias fechas límite, pero ninguna ha conseguido acercar posiciones en las cuestiones de estándares comerciales, supervisión legal de los acuerdos y los derechos de los pescadores europeos de faenar en aguas británicas.
Aunque ambas partes quieren llegar a un acuerdo sobre los términos de la nueva relación, tienen visiones fundamentalmente distintas sobre lo que eso implica.
La UE teme que Gran Bretaña recorte los estándares sociales y medioambientales e inyecte dinero del estado a la industria británica, convirtiéndose un rival con poca regulación económica en el umbral de la UE, de modo que exige estrictas garantías de competencia a cambio del acceso a sus mercados.
Por su parte, el gobierno británico afirma que la UE intenta atarles a las normas y regulaciones comunitarias de forma indefinida, en lugar de tratarles como a un país independiente.
La ministra española de Exteriores, Arancha González Laya, dijo que un Brexit sin acuerdo sería un doble golpe para economías ya afectadas por la pandemia del coronavirus.
“Está claro que cuando estableces un acuerdo comercial eres una nación soberana, se hacen para gestionar la interdependencia”, fijo a Sky News. “Reino Unido y la Unión Europea son interdependientes, de modo que alcancemos un acuerdo que refleje la necesidad de gestionar la interdependencia”.
La beligerante prensa de tabloide británica instó a Johnson a mantenerse firme y planteó la posibilidad de que barcos de la Marine patrullen las aguas británicas para impedir la entrada de buques europeos.
Pero otros, en Gran Bretaña y en toda la UE, instaron a ambas partes a seguir dialogando.
El primer ministro de Irlanda, Micheal Martin, que dirige la economía europea más vinculada a la británica, dijo que esperaba “fervientemente” que las conversaciones no terminaran el domingo.
“Es absolutamente imperativo que ambas partes sigan implicadas y ambas partes sigan negociando para evitar una salida sin acuerdo”, dijo Martin a la BBC. “Que no haya acuerdo sería muy malo para todos nosotros (…) Somos interdependientes”.
“Incluso a última hora, en mi opinión existe la opción de que el Reino Unido y la Unión Europea concluyan un acuerdo que vaya en interés de todos”.
Con información de The Associated Press.