Momentos después que un tornado arrasara este tranquilo barrio de Tennessee, Darrell Jennings salió de su casa y escuchó gritos. La casa de al lado y muchas otras había sido arrancada de raíz. Por alguna razón la vivienda de Jennings sólo terminó con algunas ventanas rotas. En poco tiempo se convirtió en refugio para aquellos que repentinamente lo perdieron todo.
Los vecinos de al lado, que sobrevivieron milagrosamente, llegaron. Otros se les sumaron. “Es como si fuésemos un faro”, dijo Amy Jennings en una entrevista el miércoles. “Teníamos una casa llena de personas enlodadas en sus pijamas. Muchos bebés pequeños lloraban. Nuestros hijos adolescentes fueron asombrosos. Se pusieron en acción. Sostuvieron a esos niños y lo tranquilizaron”.
El monstruoso tornado arrasó con un camino de 3,2 kilómetros de largo por el condado Putnam el martes por la mañana, matando a 18 personas, entre ellas cinco niños no mayores a los 13 años. Otras 88 personas resultaron heridas, algunas de ellas de gravedad. La cifra de muertes a nivel estatal fue de 24 y las autoridades advirtieron que podría aumentar mientras las cuadrillas de socorristas examinan las pilas de escombros.
Un tornado cercano a la etapa EF-3 con vientos de hasta 266 km/h había azotado hacia el este a lo largo de un camino de 80 kilómetros desde Nashville, donde cobró dos vidas y destruyó viviendas y negocios. Continuó su paso hacia el vecino condado de Wilson, donde murieron tres personas y posteriormente al condado Smith.
El condado de Benton, al oeste de Nashville, también registró un deceso relacionado con la tormenta, pero ningún lugar sufrió mayor devastación que el condado de Putnam, donde el hogar de la familia Jennings y unos cuantos más que resistieron se convirtieron en centros de apoyo improvisados para vecinos que perdieron sus casas.
Darrell Jennings, un técnico en emergencias médicas y bombero, había despertado a su esposa, Amy y sus tres hijos y los guio de prisa a un pasillo justo antes que el tornado azotara. Todo terminó en cuestión de segundos. Cuando se atrevió a salir, Jennings esperaba ver algunos árboles derribados y un poco de escombros regados. Lo que encontró fue una devastación total.
“No había casas de pie”, dijo. Sentados en su sillón el miércoles por la tarde, con la destrucción del otro lado de la puerta, Darrell y Amy Jennings rompieron en llanto al recordar las secuelas justo después del tornado. Tres de los niños que albergan en su casa sufrieron lesiones en la cabeza, de acuerdo con Darrell Jennings.
Sin energía eléctrica ni servicio de celulares, utilizó su radio para pedir ayuda. “Les dije: ‘todo quedó destruido en torno nuestro. Envíenos todo lo que tengan’. Probablemente unos 30 bomberos me dijeron que de esa misma manera despertaron ellos”. Dado que era imposible tomar su ruta, los socorristas fijaron una base en una iglesia cercana. Quienes podían caminar se abrieron paso desde la casa de los Jennings en medio de la oscuridad, chocando con restos de sus hogares y pertenencias bajo la lluvia y aguanieve.
“Regalamos nuestros zapatos, pues todo mundo estaba descalzo”, recordó Amy Jennings. “Una niña dijo, ‘no quiero salir de la casa que quedó en pie’”.