¿Qué hace posible que haya bienestar en un país? Por una parte, que pueda generar la riqueza suficiente para satisfacer las necesidades y aspiraciones de su población. Por otra, que esa riqueza sea distribuida de tal manera que todos se beneficien de ella. El gran desafío de la economía es conciliar las dos cosas.
Lastimosamente, hay muchos más ejemplos fallidos que exitosos. Los que son capaces de producir mucho, pero incapaces de repartirlo. Los que distribuyen mejor, pero terminan colapsando por hacerlo a costa de la generación de bienes y servicios. Y los que son tan disfuncionales que no pueden crear lo suficiente, y lo poco que poseen lo reparten mal.
El Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés) elaboró el Índice de Desarrollo Inclusivo (IDI), que captura los dos requisitos del bienestar, y mide el grado de éxito de las economías nacionales para articularlos. El IDI va de 0 a 7, que representaría un caso ideal, capaz de crear toda la riqueza necesaria y de repartirla de forma totalmente equitativa.
El puntaje que le corresponde a cada país se construye a partir de la combinación de 12 indicadores, agrupados en tres dimensiones: crecimiento y desarrollo, inclusión, y equidad y intergeneracional y sustentabilidad. El primer grupo está compuesto por PIB per cápita, nivel de empleo, productividad del trabajo y esperanza de vida. El segundo, por ingreso medio de los hogares, porcentaje de pobreza, distribución del ingreso y de la riqueza. El tercero, por el peso de la deuda pública en relación al PIB, el ahorro neto ajustado, la tasa de dependencia y la tasa de emisión de dióxido de carbono con relación al PIB.
“Noruega lidera el IDI, con progresos en los últimos cinco años que demuestran su éxito en seguir una política claramente articulada en busca de inclusión en su proceso de crecimiento. Los niveles medios de vida son altos y están en suba, y tiene la menor desigualdad entre las economías avanzadas (…) Entre sus fortalezas se destaca una elevada movilidad social, bajo desempleo y una alta participación de las mujeres en la fuerza laboral (…) Las fuertes negociaciones colectivas protegen los derechos de los trabajadores”, sostiene el informe.
Otro que se destaca especialmente es Suiza. “Entre sus puntos fuertes están los buenos servicios básicos y la infraestructura, particularmente el transporte terrestre y la salud; la falta de corrupción, y un vigoroso sistema educativo vocacional que contribuye a los altos niveles de movilidad. Sin embargo, podría hacer más para reducir la desigualdad y por distribuir con mayor justicia las ganancias del crecimiento. Los impuestos al capital y a la propiedad ayudan a redistribuir el ingreso, pero la concentración de la riqueza está entre las más altas de las economías avanzadas”.
En el extremo opuesto está Mozambique, que con apenas 2,79 tiene el IDI más bajo. Lo siguen otros ocho países africanos y uno de la Península Arábiga: Malaui (2,83), Zambia (2,84), Yemen (2,87), Mauritania (2,89), Egipto (2,94), Madagascar (3,05), Nigeria (3,07), Sudáfrica (3,09) y Lesoto (3,12).
Si se miran los países que más progresaron en los últimos años, muchos lógicamente parten de muy abajo, como Lesoto (7,8%), Nepal (7,1%), Georgia (6,82%), Mongolia (5,56%) y Sudáfrica (5,5%). Pero otros tuvieron avances significativos a pesar de partir de niveles más aceptables de desarrollo, como Rumania (5,17%), Uruguay (4,23%) y sobre todo Islandia (4,58%).
Un caso muy interesante es el de Estados Unidos, que a pesar de ser la primera potencia económica mundial, está en el puesto 33 del ranking. “Si bien el país creció rápidamente en los últimos años, está entre las tres economías avanzadas con los mayores niveles de pobreza y desigualdad. El nivel medio de ingresos de los hogares está cuesta abajo, aunque hubo una leve mejoría en los últimos dos años. Sus altos índices de endeudamiento generan dudas sobre su sustentabilidad fiscal (…) El régimen tributario sigue siendo comparativamente regresivo al no gravar a aquellos que están en mejores condiciones de contribuir. Estados Unidos tiene un sistema de seguridad social más incompleto que el de otros países comparables, lo que refrena los estándares de vida”.
El panorama en América Latina y el Caribe
El país con mejores indicadores de la región es Uruguay, que ocupa el puesto 27 con un IDI de 4,53. Lo siguen Panamá (30º), Costa Rica (31º), Chile (32º) y Argentina (34º). Cuatro de los cinco más rezagados son centroamericanos, Nicaragua (61º), El Salvador (67º), Guatemala (74º) y Honduras (76º). La excepción de Bolivia, que está 65º.
Los tres que más crecieron en los últimos cinco años fueron Uruguay (4,23%), Paraguay (3,97%) y Nicaragua (2,85). En contrapartida, los que más cayeron fueron Honduras (1,76%), República Dominicana (0,85%) y México (0,72%).
Uno de los países de la región sobre los que el WEF se detiene es Chile. “Encabeza el ranking de expectativa de vida (70,5 años), y sólo es superado por Lituania en PIB per cápita, considerando los países de ingresos comparables. En ese segmento, está entre los primeros diez en productividad del trabajo, nivel medio de vida y relación de la deuda sobre el PIB (…) Chile ha podido desarrollar infraestructura y servicios básicos de clase mundial, y mejoró notablemente el acceso a la educación con el correr de los años. Para seguir mejorando tiene que enfocarse en conseguir mayor equidad en los resultados educativos, reducir el dominio sobre el mercado de un puñado de firmas, hacer el sistema tributario más progresivo y ampliar la seguridad social”.
Otro de los que ameritaron comentarios particulares fue Argentina. “Si bien el PIB per cápita sigue siendo algo bajo y la tasa de pobreza es relativamente alta para un país con su nivel de desarrollo, la desigualdad de ingresos y de riqueza no son tan preocupantes como en otras naciones (…) Entre sus puntos fuertes tiene servicios básicos relativamente buenos, sobre todo en salud, un régimen impositivo progresivo y buena protección social. Pero ha registrado pocos avances en calidad educativa, empleo, compensaciones al trabajo y emprendedurismo. Las trabas burocráticas complican la creación de compañías, el acceso al financiamiento es difícil y la corrupción es elevada. Argentina necesita crear más y nuevas empresas para reducir el desempleo, particularmente entre los jóvenes, y mejorar la infraestructura”.
Claves para crear y distribuir riqueza
El WEF sostiene que hay siete sectores sobre los cuales deben trabajar las naciones para alcanzar el objetivo de un mayor bienestar: 1) El acceso, la calidad y la equidad de la educación; 2) la infraestructura básica, digital y de los servicios de salud; 3) la corrupción política y empresarial, y la concentración de la renta; 4) la inclusión financiera y el nivel de intermediación de la inversiones; 5) el emprendedurismo y la propiedad de pequeñas empresas; 6) la productividad del trabajo y las retribuciones salariales y no salariales; 7) la estructura tributaria y el sistema de seguridad social.
Estas dimensiones revelan que para llegar a niveles deseables de crecimiento inclusivo no alcanza con seguir determinado tipo de política económica. Es necesario que haya además un soporte institucional que la sostenga. Sin una adecuada gestión de la educación, la salud, la infraestructura y la innovación tecnológica, es imposible que un país tenga éxito en el largo plazo.
“Una estrategia de crecimiento inclusivo robusta tiene que ser tanto prolaboral, como proempresarial, con una agenda que incentive la inclusión social y la eficiencia económica, haciendo mayor foco en las instituciones. Los debates sobre la desigualdad tienden a centrarse exclusivamente en la capacitación del trabajo y en la redistribución (…) Pero un ambiente de negocios favorable a las inversiones en la economía real y al emprendedurismo puede ser igualmente importante para el éxito de un país en expandir el empleo, elevar los salarios y ampliar la propiedad de activos, que son disparadores de un progreso en los estándares de vida”, concluye el informe.
Con información de Infobae.