Dani Ceballos empezó ante el Alavés a demostrar el futbolista de primer nivel que lleva dentro. Hablamos, claro, desde que viste la elástica del Real Madrid, donde apenas había jugado tres ratos en Supercopa, Champions y Liga. Ni una parte entera, 45 minutos, sumaba antes de saltar al césped de Mendizorroza dispuesto a enseñar el jugador que se convirtió en el mejor futbolista del Europeo sub 21 y que en el Betis se echó el equipo a la espalda cuando apenas tenía 19 años.
Todo ello hizo que el Madrid no dudara en entrar en una guerra con el Barça que decantó el propio futbolista por su deseo de vestir de blanco. Ni el hecho de que en el Camp Nou le ofrecieran más garantías de jugar impidió que el utrerano virara su rumbo. Había decidido que quería vestir de blanco y sólo de blanco. Mientras los azulgrana le garantizaban más minutos, en el Madrid le señalaban que veian en él al futuro Luka Modric, futbolista imprescidible ahora pero que ya tiene 32 años. Una edad considerable por la que habrá que dosificar sus esfuerzos al estilo Cristiano Ronaldo. El ejemplo del encuentro ante el Alavés es perfecto para definir ese tránsito de la titularidad indiscutible a las rotaciones.
Y es ahí donde aparece un Ceballos que en el Real Madrid, ven como un jugador con características que le pueden llevar a ser el heredero del genial 10 croata. Jugar junto a Lukita es la mejor escuela para un Dani que está ‘aprendiendo’ la profesión de interior como los alumnos ávidos de inyectarse todas y cada una de las lecciones del maestro. La escuela del jugador que toca y da, vuelve a tocar y a ofrecerse. El futbolista, en definitiva, que funciona como ‘pegamento’ en todo el equipo. Calidad tiene, aderezada de pegada cuando se anima con el disparo con su derecha.
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