La idea de los obispos católicos de insistir con convocar a quienes defienden nuestra Constitución a sentarse con quien quiere destruirla para cambiarla por un mamotreto a su medida es igual a pedir que el asaltado converse con el ladrón a ver si el ladrón quiere devolver algo de lo robado.
“El justo medio” dicen los obispos, lo cual es consentir que el ladrón se quede con la mitad de lo robado, cuando la única solución justa, verdaderamente justa, es que devuelva todo lo robado y que además vaya a la cárcel por haberlo robado.
Con Horacio Manuel Cartes Jara tampoco es justo el “justo medio” que le permitiría quedarse con parte de sus pretensiones ilegales, ilegítimas e inconstitucionales en detrimento del bienestar, los derechos y la felicidad del pueblo paraguayo.
Cartes es un sinvergüenza falto de escrúpulos con quien nada hay que negociar, un tipo que mintió sin hesitar sobre su verdadero deseo de perpetuarse para ocultarlo e imponerlo con trampa, como está acostumbrado a hacer; los obispos católicos deben entender que con los violadores de nuestra Constitución lo único que corresponde es que dejen de violarla y que deben dejar de violarla por entero, no por algún “justo medio” que les premie con beneficiarse de su matonería e inmoralidad.
Lo que los obispos deben hacer con Cartes es ponerle bajo vigilancia para que en lo que resta de su lamentable, y ya trágico, periodo presidencial no lo use para volver a amenazar al pueblo paraguayo con sus métodos de empresario de frontera. Eso es lo que deben hacer en lugar de pretender legitimarle con un “diálogo” para ver con qué porcentaje del botín logrado con sus fechorías queda.
Deben tener cuidado los obispos. El papa Francisco ya se equivocó dramáticamente en Venezuela al prestar su figura a un dictador de la misma naturaleza que Cartes, Nicolás Maduro, quien aprovechó sin miramientos esa torpeza papal para aumentar el carácter represivo y excluyente de su régimen.
Pero no es el papa el que paga ese favor que le hizo a Maduro, son los venezolanos cada vez más oprimidos: El papa sigue tranquilo haciendo discursos como si nada hubiera pasado, aunque sí pasó y por su irresponsabilidad. Habemos algunos en Paraguay que haremos lo posible para que una actitud semejante de los obispos tenga costo y buen costo.
Aquí lo que cabe esperar es que nadie, salvo los que por obvias razones de rapaz inmoralidad acompañan a Cartes en su propósito de perpetuarse para beneficiarse a sí mismo y a los de su grupo, preste apoyo, directo o indirecto o aún mínimamente indirecto, al sinvergüenza que por desgracia ocupa el cargo de presidente de la República.
Y también cabe esperar que nadie confunda, y mucho menos que pretenda que se confunda, a los señalados rapaces inmorales con ninguna parcela del pueblo paraguayo, pues los que se alquilan a sí mismos por “asegurar” su bienestar carecen de Patria y les da igual alquilarse en Paraguay o en Zimbabwe y sólo se alquilan para ir a gastar sus recursos malhabidos en otros países.