Al principio se hablaba del verano de Trump. “En diciembre ya ni nos acordaremos de él”, dijo en Washington a un colega más joven un periodista que había cubierto otras elecciones presidenciales. En toda campaña electoral hay candidatos que suben efímeramente en los sondeos para después caer en el olvido. Donald Trump —un constructor inmobiliario y presentador de reality shows; un excéntrico, más conocido por sus rascacielos y sus mujeres que por unas ideas políticas, que nadie tomaba en serio— lo tenía todo para ser uno de estos candidatos. Una moda pasajera.
Pero el verano de Trump dio paso al otoño de Trump, que dio paso al invierno de Trump, y a la primavera de Trump. Esta semana, tras la retirada de los últimos rivales que quedaban, Trump se ha convertido en el candidato del Partido Republicano a las elecciones presidenciales del 8 de noviembre. Esta es la crónica, en cinco momentos, de uno de los ascensos más fulgurantes e inesperados en una campaña presidencial en las últimas décadas.
16 DE JUNIO 2015
El día anterior, el 15 de junio, Jeb Bush había anunciado su candidatura con un discurso milimetrado —demasiado milimetrado— en Miami. Bush partía como el favorito en la nominación para las presidenciales de noviembre de 2016. Era el candidato con más dinero, el mejor conectado con el estamento del partido (su padre y hermano fueron presidentes) y el más experimentado (fue gobernador de Florida). Además, hablaba español: apelaba al electorado latino, cada vez más decisivo en las elecciones presidenciales. El anuncio de la candidatura de Trump en Nueva York, un día después, quizá habría quedado en anécdota de no ser porque prometió la construcción de un muro en la frontera con México, acusó al gobierno mexicano de enviar a criminales a EE UU. Fue el primer golpe mediático. El anuncio de Bush pasó al olvido. Trump también culpó a México y a China de aniquilar los empleos de EE UU gracias a los acuerdos comerciales que facilitan trasladar fábricas a estos países. La caja de truenos estaba abierta: he aquí el candidato que proclamaba lo que muchos votantes republicanos pensaban pero no se atrevían a decir. Pero todavía faltaría tiempo para que sus competidores y su partido se lo tomasen en serio.
6 DE AGOSTO DE 2015
“En agosto”, dice el historiador de Princeton Julian Zelizer, “empecé a pensar que podía llegar lejos. Vi su capacidad para generar atención y, en sus apariciones iniciales, Jeb Bush me parecía flojo. La combinación de ambas cosas me indicó que tenía potencial, que no era un chiste”. El día 6 de ese mes, Trump llevaba 15 días encabezando los sondeos de la campaña para la nominación republicana, pero casi nadie creía que fuese en serio. En el primer debate televisado participaron diez candidatos. Trump fue el único que eludió comprometerse a apoyar al nominado final si este no era él: reveló, de esta manera, que no se sentía ligado al partido. También se encaró con una de las moderadoras, la periodista estrella de la cadena conservadora Fox News, Megyn Kelly. Días antes, había cuestionado el heroísmo del senador republicano John McCain, prisionero de guerra en Vietnam. En el pasado, cualquier otro republicano que hubiera cometido una de estas tres faltas se habría descalificado. Con Trump era distinto.
7 DE DICIEMBRE 2015
Habían pasado unos días de los atentados de San Bernardino (California) y París, perpetrados por musulmanes. Trump anunció que, si era presidente, prohibiría la entrada en EE UU de todos los musulmanes. Entre sus competidores, las protestas fueron, o bien tímidas, o bien inexistentes. Los republicanos creían que el mensaje de Trump calaba entre el electorado, o que, cuando un mes después empezase el proceso de votaciones, el fenómeno se diluiría. Pensar que los dirigentes del partido serían capaces de frenarlo fue un error. Por entonces, Trump llevaba meses siendo una presencia constante en los medios de comunicación: un maestro del entretenimiento y un imán para las audiencias. El establishment falló. “Sobrestimaron lo fuerte que es el llamado establishment. Y minusvaloraron lo bien que podía hacerlo alguien lejos del liderazgo formal del partido si sabía cómo prosperar en los medios”, dice Zelizer. “Él entiende los medios, lo que no es sorprendente porque ha estado durante buena parte de su vida en televisión, y los usa con efectividad para contrarrestar el poder de los líderes del partido. Y, al mismo tiempo, a muchos republicanos no les gustan los líderes de su partido. La gente no se dio cuenta de esto, y él sí”.
9 DE FEBRERO DE 2016
Una semana después de perder en los caucus (asambleas electivas) de Iowa, Trump venció en las elecciones primarias de New Hampshire. Fue el inicio del paseo triunfal que le ha catapultado a la nominación. En las siguientes semanas, sus rivales fueron cayendo uno a uno. Trump conectó con las bases del partido que sentían abandonadas por sus dirigentes. Las bases rechazaban las guerras en países lejanos, los acuerdos de libre comercio, los recortes en el estado del bienestar y la apertura del país a los inmigrantes: todo lo contrario que el dogma de las élites conservadoras. Trump captó el malestar con una economía desigual que ha golpeado a la clase media, y el racismo latente en algunos sectores del país. Zelizer cree que un momento clave para Trump fue cuando, tras la victoria en New Hampshire, empezó a ganar estados del sur. “Si puede ganar en estas áreas muy conservadoras, puedes llegar a la nominación”, pensó. La victoria en Nueva York y varios estados del nordeste, a finales de abril, cerró los debates sobre la posibilidad de llegar a la convención de julio, que debe ratificar al nominado, sin un candidato, y demostró que Trump apelaba a amplios sectores del electorado republicano. “No sólo ganaba: ganaban con enorme ventaja”.
3 DE MAYO DE 2016
Ese día Trump ganó en el estado industrial de Indiana con un mensaje proteccionista. Sus rivales abandonaron y, un mes antes del fin del proceso de primarias, se proclamó candidato de facto, pendiente sólo de que lo ratifique la convención. El Partido Republicano despertó metamorfoseado, con un nuevo líder, un hombre que ha hecho campaña contra los principios republicanos —colocándose a su izquierda, en muchos aspectos— pero en sintonía con sus votantes. Es un candidato que ha convertido el insulto en un arma política. ¿Qué ocurrirá en noviembre? Si, desde el verano pasado, Trump encabezó los sondeos republicanos, ahora la probable candidata demócrata, Hillary Clinton, encabeza los sondeos ante Trump para las presidenciales. Clinton parte con ventaja, pero pocos se atreven a hacer más vaticinios. “Donald Trump recibirá la nominación republicana y nada volverá a ser igual”, escribe la columnista Peggy Noonan, que redactó algunos de los mejores discursos de Ronald Reagan. “La manera de hacer política en América ha cambiado y no volverá atrás”.
FUENTE: EL PAIS