Manejan negocios, amasan fortunas y un día saltan a la política para alcanzar la cima del poder: los millonarios devenidos en presidentes se han vuelto algo común en América Latina, despertando entusiasmo e inquietud a la vez.
El último de ellos es el presidente argentino Mauricio Macri, quien se sumó al club en diciembre pasado. Y hay otros dos en funciones: el paraguayo Horacio Cartes y el panameño Juan Carlos Varela.
Si se añaden los que terminaron sus mandatos recientemente, la lista incluye al chileno Sebastián Piñera, al mexicano Vicente Fox o al panameño Ricardo Martinelli.
Todos ellos se ubican en el centro-derecha del espectro político. Hicieron de su éxito empresarial una carta de presentación electoral. Y se beneficiaron del descontento de muchos con la política tradicional, como hace ahora el polémico magnate estadounidense Donald Trump, precandidato presidencial republicano.
“La crítica a estos empresarios es que además quieren comprarse al país: una parte del país los admira por eso, y otra parte desconfía de ellos”, le dice el historiador chileno Joaquín Fermandois a BBC Mundo.
Billetes y campañas
Fermandois señala que el fenómeno cobró fuerza en Latinoamérica después de la II Guerra Mundial, contra la tradición de que los cargos de presidente fueran para caudillos, militares o abogados.
“Hay un panorama de crisis de los antiguos partidos que favorece estas situaciones”, sostiene. “Un cansancio a veces con la lucha ideológica lleva a que los tecnócratas aparezcan como solución”.
Y en una región donde la izquierda gobernó varios países en los últimos años, los candidatos empresarios suelen mostrarse como una alternativa pragmática, capaz de atraer inversiones con medidas pro-mercado.
Fuente: BBC Mundo