“El olor es insoportable”, dijo Pedro Hermosa, funcionario de la división de transporte del PAI, afirmando que cerca de siete gatos y hasta un perro que la propia directora recogió de la calle viven, comen y hacen sus necesidades fisiológicas en su oficina.
En este sentido, dijo que le han pedido a Arza en cuantiosas ocasiones una oficina y dejen de estar a la intemperie. “Necesitamos un lugar dónde estar. Es injusto que perros y gatos estén bajo aire y tengan privilegios en lugar de nosotros”, reclamó, afirmando que los animales duermen encima de las cajas de las vacunas.
Gentilezas.
Señaló que a Arza “nunca se le puede hablar” y que precisamente por sus maltratos 51 de los 100 funcionarios han abandonado el PAI. “No se puede convivir con ella”, expresó.