En invierno y con el frío, es frecuente tener menos sensación de sed y sudar menos, no obstante, la hidratación continua siendo un factor que no puede estar ausente antes, durante y después de la realización de actividades física, trabajo e incluso el ocio, pues puede perderse agua en grandes cantidades sin que nos demos cuenta.
Cuando el frío se hace presente, la alimentación cambia así como los deportes que realizamos, entonces, las frutas y verduras comienzan a verse menos en nuestra mesa y debido a que su aporte de agua es significativo en verano, donde las frutas abundan y las hortalizas refrescan, en invierno, el cuerpo percibe esta disminución de líquidos. Beber líquidos es de gran importancia, aunque no experimentemos sensación de sed.
También es importante incluir líquidos mediante los alimentos, por ello, consuma las frutas y verduras hervidas, al vapor o al horno, sopas de verduras, cuya temperatura es propicia en invierno y no olvidar que las frutas también puedes ingerirlas en forma cocida o frescas a temperatura ambiente.
Todos estos sencillos recursos favorecerán su hidratación en invierno y mantendrá tu rendimiento físico, pues el cuerpo no sentirá cambios notorios más allá del clima frío de esta época del año.
Los especialistas aconsejan ingerir cada día entre 2 y 3 litros medio a través de diferentes bebidas, incluyendo además de agua los caldos, zumos, refrescos o infusiones.
Sepa además que la deshidratación por el frío provoca que aumente la sequedad y la piel se vuelva más áspera. Todo ello puede provocar que aparezcan grietas, picor, dermatitis y eccemas, con el consiguiente deterioro de su capacidad para funcionar correctamente.
Es más, enfermedades como la psoriasis, la dermatitis atópica y la rosácea pueden aparecer o agravarse con el efecto del frío.
Pero el daño de las bajas temperaturas sobre la piel va más allá; de hecho, a largo plazo, puede acelerar el envejecimiento; y es que las arrugas superficiales pueden aumentar con las bajas temperaturas.