Qué tipo de ducha nos reporta más beneficios? ¿Aquellas con agua caliente o las que tomamos con agua fría? La respuesta a esta pregunta depende de lo que se quiera conseguir. El agua caliente, la preferida por la mayor parte de los usuarios, tiene un efecto relajante y sirve para aliviar los dolores musculares y combatir el insomnio o incluso las cefaleas tensionales. No cura un resfriado, ni la gripe, pero el vapor que produce el agua a la temperatura que la utilizan muchos, entre 34 ºC y 38 ºC, descongestiona las vías respiratorias. Además, tan caliente tiene un gran poder de limpieza, pero no abre los poros, como se le atribuye erróneamente.
Por su parte, el agua fría despeja la mente y el cuerpo y, en ese sentido, ayuda a la concentración en cualquier actividad intelectual o que requiera mucha energía. Esto tiene una doble base fisiológica: por un lado, el frío activa la circulación y proporciona más flujo de sangre a los órganos y tejidos; y por otra, estimula la producción de noradrenalina, una hormona relacionada con el estrés.
¿Entonces? ¿Qué es mejor? ¿Ducharse con agua fría o caliente? Ya decía Aristóteles que la virtud se halla en el “justo término medio” entre dos actitudes extremas; y los dermatólogos parecen estar de acuerdo con él, ya que es lo que recomiendan: el agua templada. Porque con una temperatura muy caliente o fría la piel se reseca más. Así que lo mejor es colocar el termostato a unos 30 ºC.
Fuente: Muy Interesante.es