Una investigación reciente sugirió que entre el 3% y el 5% por ciento de los hombres, de todos los orígenes sociales y económicos, podrían sentirse atraídos sexualmente por niños.
Algunos se sienten atraídos sólo por chicas. Otros sólo por chicos. Otros por ambos. Y algunos también por adultos.
“No tengo el pelo graso, gafas de culo de botella ni tampoco visto con ropa de mal gusto”, escribe Max en el libro que ha publicado para ayudar a otros pedófilos que no quieren abusar de los niños.
“No hay un pedófilo típico como piensa la gente. Somos personas normales y diferentes entre nosotros. La única cosa que tenemos en común es una atracción sexual hacia los niños. Estoy aprendiendo a controlar el lado sexual de mis sentimientos”.
Lo está haciendo gracias, en parte, a un tratamiento radical para pedófilos llamado Proyecto de Prevención Dunkelfeld, que funciona en 11 centros diferentes a través de Alemania.
“Fue muy doloroso”, dice. “Se trataba de conocer un lado de mí que yo había escondido y del que no me gustaba pensar.
Es doloroso reconocer que eres un pedófilo. Era como estar delante de un espejo, y pensar: ‘¿Qué clase de monstruo soy?’ Pero era también muy saludable ponerse frente al espejo y decir: ‘Soy un pedófilo, pero está bien, no voy a hacer nada malo'”. Durante un año asistió a terapia de grupo, tres horas cada semana.
El tratamiento es una forma de terapia cognitivo-conductual, que analiza el comportamiento sexual en el pasado y los sentimientos, con el fin de elaborar estrategias para evitar situaciones potencialmente abusivas en el futuro.
Max nunca ha abusado sexualmente de una niña, ni tampoco ha consumido pornografía infantil.