Las sanciones fueron impuestas hace más de un año para castigar a Rusia por su anexión de la península ucraniana de Crimea y de su apoyo militar a los separatistas en las regiones orientales de Ucrania, que limitan con Rusia.
Consisten en la congelación de activos de algunas empresas rusas y particulares, así como la prohibición de viajar contra determinados funcionarios.
El Kremlin ha condenado en el pasado las sanciones occidentales y las calificó como “destructivas”.
Las sanciones, y los acontecimientos que precedieron a su imposición, reflejan el tira y afloja entre Oriente y Occidente sobre el futuro de Ucrania y las divisiones dentro del país, entre los rusos étnicos y los ucranianos que quieren estrechar los lazos con la Unión Europea.
La crisis comenzó con el rechazo del acuerdo de la UE
La crisis comenzó cuando el presidente Viktor Yanukovich, próximo a Moscú, decidió al final no firmar un acuerdo para estrechar los lazos con la Unión Europea, como lo había planeado. En su lugar, optó por estrechar lazos con Rusia.
Su cambio de actitud dio lugar a protestas masivas, y fue depuesto en febrero de 2014.
Pero su destitución provocó el resentimiento y el sentimiento secesionista en Crimea y en el este de Ucrania, lo que llevó a la anexión de Crimea por Rusia y al derramamiento de sangre en el este, donde los secesionistas fueron apoyados, según funcionarios occidentales, por el ejército ruso.
El conflicto aún no se ha resuelto.