Su cara angelical, sus ojos azules, su uniforme tradicional fueron la excusa perfecta para que el régimen lo utilizara como un símbolo de la propaganda gubernamental. El uso de niños para fines políticos continúa todavía hoy en algunos países.
Todo nació a partir de su tío, quien era amigo de Hitler. Isidor Weiss conoció al genocida durante la Primera Guerra Mundial. Fue en un encuentro casual que el pequeño debió posar para la cámara junto al jefe nazi. El fotógrafo sería Heinrich Hoffmann, quien retrataba al dictador por todos lados. Los encargados de la comunicación del régimen vieron más allá: creyeron conveniente utilizar ese rostro angelical como mensaje de la pureza de la raza aria. Su cara apareció pronto en postales, libros y afiches de campaña.
Ochenta años después, Bartels sintió una necesidad: hablar por primera vez sobre un hecho que lo atormentó toda su vida. Fue en 1936 que conoció a Hitler. Sus padres le ordenaron que se pusiera la mejor ropa que encontrara. Era un día muy especial. “No tenía permiso para jugar con los otros niños ese día para no ensuciar mi ropa”, recordó el hombre de 83 años.Y añadió: “No me gustó eso. Yo sólo quería estar afuera con los demás niños”.
“Hitler era un gangster. Los nazis me usaron con fines propagandísticos. Fui utilizado para mostrar el amor de Hitler por los niños”, sintetizó Bartels. “Pero todo dictador hace lo mismo, desde (Benito) Mussolini hasta (Joseph) Stalin. Fui elegido porque obviamente encajaba con lo que Hitler pensaba que debía ser un niño ario”.
Recuerda un hecho del cual se arrepiente: tuvo que saludar a Hitler con el saludo tradicional de esa época: “Heil Mein Fuhrer”. “Incluso a esa corta edad, en lo profundo, sabía que estaba siendo manipulado”, contó en declaraciones recogidas por el diario británico DailyMail.
Bartels también explicó qué sensación inocente le provocó haber sido fotografiado por quien sería responsable del asesinato de millones de personas. “Estaba contento de que me saquen una fotografía, porque pensaba que tendría una porción más grande de torta de manzana. El fotógrafo, Heinrich Hoffmann tomó todas las fotos, pero ochenta años después todavía estoy esperando la torta”, ironizó.