La madre de El Chapo ha abandonado La Tuna. Tras la incursión armada que tomó el sábado pasado el pueblo natal de Joaquín Guzmán Loera y saqueó su casa, la anciana fue recogida por los servicios de seguridad de cártel de Sinaloa y llevada en avioneta a un destino seguro. Su salida del santuario narco, más que una huida, es el símbolo de un ocaso: el principio del fin del poder de Joaquín Guzmán Loera.
Durante décadas, incluso en los días más negros de la guerra de cárteles, fue impensable un ataque al pueblo que le vio a crecer al mayor narcotraficante del planeta y mucho menos a su propia madre. Pero ahora, encarcelado y a punto de ser extraditado a Estados Unidos, la señal ha quedado clara. Se han roto los códigos. Su feudo es objeto de disputa. Y no hay límites.
La autoría de la incursión aún sigue siendo un misterio. Los medios locales apuntan al cártel de los hermanos Beltrán Leyva. Una organización criminal que mantuvo una larga y cruenta guerra contra El Chapo. Contratados en su día como su brazo armado, rompieron con Guzmán Loera en 2008, al sentirse traicionados por la detención de un hermano, Alfredo, El Mochomo. La venganza abrió la puerta a un vendaval de crímenes que en mayo de ese mismo año se llevó por delante a uno de los hijos de El Chapo, Edgar, acribillado por 15 sicarios en un centro comercial de Sinaloa.
La vorágine duró años hasta que el surgimiento de nuevos enemigos, el brutal combate emprendido por el Estado mexicano contra el narco y la muerte a tiros en diciembre de 2009 de Arturo Beltrán Leyva, El Jefe de Jefes, debilitaron poco a poco a la organización y la convirtieron en una sombra de su pasado. Pero el rencor nunca desapareció. Y ahora es precisamente el hijo de El Mochomo, el narco cuya captura desató la guerra entre ambos cárteles, quien lidera parte de las huestes del cártel de los Beltrán Leyva y quien supuestamente ordenó el ataque al territorio sagrado de El Chapo.
Otras fuentes locales indican que la incursión fue lanzada por la dirección del cártel de Sinaloa, en manos de capos históricos como el legendario y jamás detenido Mayo Zambada. La advertencia iría dirigida a los levantiscos y ambiciosos hijos de Guzmán Loera, Iván y Alfredo, Los Chapitos.
En este horizonte, pocos dudan de la inminencia de una guerra abierta. Ante la posibilidad de nuevos baños de sangre, cerca de 150 familias han abandonado la Tuna y sus alrededores. La zona, perteneciente al municipio de Badiraguato, está enclavada en el triángulo de oro. Este escarpado territorio de la Sierra Madre occidental, entre Sinaloa, Durango y Chihuahua, oculta una de los espacios de mayor producción de opio de América. Un lugar de difícil acceso y mínimas comunicaciones donde Guzmán Loera ha impuesto tradicionalmente la ley. Su control, ahora que El Chapo está en horas bajas, es objeto de disputa. Y nadie está a salvo.
FUENTE: EL PAÍS