Como en tantos otros casos, un descubrimiento surge de la búsqueda incesante de un repuesta a otro problema. Ese fue el caso de la vitamina K, allá, en 1935, cuando el bioquímico danés Henrik Dam estudiaba los efectos del colesterol en unos pollos y estos sufrieron en masa un agudo caso de hemorragia.
Así, el destino lo llevaría a un descubrimiento que le valió al doctor Dam el Premio Nobel de medicina en 1943.
“La vitamina K es liposoluble, es decir que para su absorción requiere un consumo suficiente de grasas. Y si bien su principal virtud es el fortalecimiento óseo, también interviene en la síntesis de factores de la coagulación. Sin ella la sangre no coagularía correctamente y cualquier persona podría sufrir hemorragias”, explicó la nutricionista Denise Ferrero a Infobae.
“Esta deficiencia es difícil de ver en adultos, ya que el aporte de los alimentos es abundante y parte de la vitamina se sintetiza en el intestino”, agregó la especialista.
Se la puede obtener a través de alimentos ricos en vitamina K o de la síntesis que las bacterias intestinales hacen de este compuesto
La vitamina K es, probablemente, una de las menos conocidas dentro del amplio espectro nutritivo que precisa el cuerpo humano. ¿La hace menos importante? Claro que no. Es que su mencionada intervención en el metabolismo óseo la coloca en un lugar indispensable.
“Si la vitamina se incorpora en una dieta sana y en los niveles adecuados, se vuelve trascendental para el desarrollo del esqueleto y así mantener la salud de los huesos”, dijo Ferrero.
Muchos alimentos ricos contienen esta vitamina. (Shutterstock) Muchos alimentos ricos contienen esta vitamina. (Shutterstock)
El secreto está en la osteocalcina, una proteína primordial de la matriz ósea, que requiere de vitamina K para su consolidación. “Es junto a la A, D y E totalmente liposoluble, es decir, necesita ir acompañada de grasas para poder ser asimilada por nuestro organismo”, aseguró la nutricionista.
Las tres variantes de la vitamina K
“Podemos encontrarla en distintos alimentos: en los vegetales de hoja verde como la espinaca, acelga, brócoli y repollitos de bruselas, que son la fuente más importante de esta vitamina”.
Ferrero aconsejó que “aquellas personas que son tratadas con anticoagulantes deben controlar la ingesta de vitamina K, ya que puede actuar inversamente a los efectos de la medicación”.
Vitamina K1: o filoquinona, que se encuentra en las plantas, concretamente en hortalizas de hoja de color verde como la acelga, las espinacas y la lechuga. También -en menor proporción- en algunos cereales integrales.
Vitamina K2: se la conoce como menaquinona y se sintetiza por las bacterias del intestino.
Vitamina K3: también llamada menadiona, es la única que se obtiene de forma artificial mediante el uso de suplementos que la contengan.