Cuando Bobbi McCaughey supo que estaba embarazada, miró fijamente a su marido Kenny y sonrió. Lo que ella no supo en ese primer momento fue que su embarazo no sería uno más: en su vientre crecían siete embriones a todo ritmo. Y se asustó. Pero pese a las incontables recomendaciones y el cimbronazo que ello significó, juntos decidieron seguir adelante. Nada les impediría afrontar los riesgos que un embarazo múltiple acarrearía para ella y para los bebés.
Corría el año 1997 y los titulares de todos los diarios y programas de televisión querían conocer más acerca de esa familia de Des Moines, Iowa, que había encarado un tratamiento de fertilización in vitro que había ofrecido un inesperado y riesgoso resultado.
Meses después, el 19 de noviembre, Bobbi daría a luz a Brandon, Joel, Nathan, Kenny, Natalie, Alexis y Kelsey. Pesaron entre 1,1 y 1,5 kilogramos. Debieron pasar largas jornadas hospitalizados por su delicada salud. Todo Estados Unidos estaba pendiente de su evolución. Era la primera vez en la historia que un embarazo semejante había concluido bien. Y así querían que siguiera.
Finalmente, cinco lograron salir de terapia y comenzaron a realizar la vida normal de cualquier bebé. Pero no todo fueron buenas noticias: Nathan y Alexis nacieron con parálisis cerebral y debieron atravesar cirugías para poder caminar. El primero batalló día tras día para poder hacerlo por su cuenta. Alexis, en cambio, todavía utiliza un andador. Sin embargo, ello no los detuvo para desarrollar su vida como el resto de sus hermanos, con quienes siempre contaron. Bobbi y Kenny debieron ingeniárselas para poder atender todos los requerimientos de sus siete nuevos niños y el de su otra hija, de tan solo un año.
La ayuda llegó de inmediato: consiguieron que les donaran una casa con siete habitaciones, donde aún viven en la actualidad. También lograron que les fueran regaladas las vacaciones, la comida y hasta becas para que todos sus pequeños pudieran ir al colegio. Cada noviembre, todos los medios querían la nota acerca de cómo crecían los septillizos. Incluso el presidente George W. Bush los conoció.
Pero no sólo los medios se ocupan de la vida de los septillizos. Según recueda Bobbi, la gente que la reconoce en la calle, también: “Kenny y yo estábamos de compras cuando una persona llegó y nos dijo: ‘Tus hijos tienen 17, lo sé porque en noviembre de ese año yo estaba…’. Siempre es interesante oír qué estaban haciendo ese día“, rememora la madre de los bebés más famosos del país.
Hoy, los siete bebés que supieron concentrar la atención de todo Estados Unidos durante su nacimiento e infancia ya tienen planificada su vida lejos del ruidoso hogar que compartieron durante tantos años con sus padres y su hermana un año mayor, Mikayla.
Brandon, por ejemplo, se unirá al Ejército. Los otros seis continuarán sus carreras en diferentes universidades. “Será muy drástico. Todos yéndose al mismo tiempo“, contó su mamá al diario Des Moines Register. Mikayla se casó y partió del hogar hace un año.
Hoy, Bobbi trabaja con niños con necesidades especiales, al tiempo que se ocupó de sus ocho hijos. Junto con su marido siempre intentaron inculcar a sus pequeños la importancia de la ética del trabajo. Y así fue: todos tuvieron que trabajar de cierta manera para poder comprarse sus cosas y hasta conseguir dinero para la universidad. “Todos compran su propio teléfono celular. Si quieren algo, consiguen un trabajo para comprarlo“, cuenta.
“Siempre pienso: ¿qué pude hacer diferente? Pero creo que ellos están preparados para el próximo paso. Todos están bien“, concluyó Bobbi.