Durante el mismo turno en el Hospital Universitario de Caracas, a la doctora Raquel Hernández le robaron el carro, se le murió un paciente por falta de insumos y fue amenazada por la familia de éste porque, supuestamente, “no hizo su trabajo”.
Al día siguiente la internista –que pidió a BBC Mundo no revelar su verdadero nombre– renunció al que se considera el hospital más prestigioso de Venezuela, y ahora espera salir del país en busca de un futuro distinto.
Su caso puede ser extremo, pero no difiere mucho de lo que viven cientos de médicos en Venezuela, que deben realizar su trabajo en medio de la tensión política, social y económica en el país.
La Asamblea Nacional, que desde enero está en manos de la oposición, declaró una emergencia sanitaria hace tres meses, con el objetivo de que el gobierno atienda la crisis hospitalaria y la escasez de medicamentos e insumos.
Escasez y mortalidad
La Federación Farmacéutica Venezolana reportó en abril que en 85% de las farmacias no se encuentran los medicamentos básicos y, según la Federación Médica Vene
Cifras oficiales en esos rubros no hay, pero según la Memoria y Cuenta del Ministerio de Salud la mortalidad general aumentó en un 31% en el 2015, una cifra que para las asociaciones médicas es “un escándalo”.
El gobierno de Nicolás Maduro, sin embargo, dice que la crisis en salud ha sido exagerada por grupos de oposición dentro del sector médico y defiende su política en la materia, que instaló cientos de centros ambulatorios por todo el país atendidos por médicos cubanos.
BBC Mundo solicitó una entrevista con la ministra de Salud, Luisana Melo, de quien depende el Hospital Universitario, pero al momento de publicar este reportaje no obtuvo respuesta.
El sueldo “no alcanza”
Para resumir las condiciones en las que trabajaba, la doctora Ana Carolina Ortiz, internista del Hospital Universitario de Caracas, dice: “No tienes buen sueldo, no tienes seguridad y se te mueren los pacientes porque no hay con qué tratarlos”.
En promedio, un médico en Venezuela gana por bien que la vaya unos 35.000 bolívares al mes, lo que equivale a dos salarios mínimos.
Eso es US$3.500 o US$35 dependiendo de la tasa de cambio, pero en todo caso no alcanza para la canasta básica mensual, que según el centro de estudios independiente Cendas es de 177.000 bolívares al mes.
Ortiz cuenta que su salario le alcanza exclusivamente para desplazarse por la ciudad: el arriendo y la alimentación los pagan sus padres.
En el Universitario hablamos con varios médicos que, en contra de lo que estipula el reglamento de las especializaciones, tienen un segundo o tercer trabajo en una clínica privada para ajustar las cuentas.
Es decir: después de una guardia de 24 horas en un hospital público se van a trabajar un turno de 8 horas más en uno privado.
Hay otros doctores, en especial los que apenas terminan el pregrado, que no tienen tiempo para un segundo trabajo, así que se las arreglan para alimentarse con la comida destinada a los pacientes y desplazarse con quienes tienen carro, entre otras cosas.
Pero a falta de dinero para sus gastos personales, no es raro ver que los doctores del hospital hagan una colecta para comprar un medicamento o un insumo que le falta a un paciente.
“Yo no me metí a médica para ser rica, pero con este sueldo no puedo aspirar a tener un carro, una vivienda, así deje de dormir para trabajar en otra parte“, dice Ortiz.
Por eso, la internista está esperando a terminar su especialización para irse a República Dominica, donde desea homologar su título.
Según el Colegio de Médicos, más de 8.000 médicos se han ido de Venezuela y la mitad de los que se gradúan no ejercen o emigran.
Inseguridad dentro del hospital
Porque además del sueldo, los doctores también han protestado en todo el país por la inseguridad.
En el Universitario de Caracas, que está entre los dos o tres hospitales más importantes del país, se produjeron dos tiroteos en el último año en el área de emergencias.
Los automóviles de varios médicos han sido desvalijados o robados en el estacionamiento al frente del hospital, según el personal.
Y en el séptimo piso del edificio, que es una zona fuera de servicio desde que se construyó el hospital, los doctores creen que hay una banda dedicada al robo, por lo que recomiendan no bajar ni subir por las escaleras.
A eso los médicos suman un problema de politización.
“Si nosotros nos quejamos, dicen que es porque somos de la oposición”, le dice a BBC Mundo Gherson Casanova, que es presidente de la Sociedad de Médicos Residentes del Hospital.
“Pero eso es sólo una excusa para no reconocer que el hospital está mal“, asegura.
“Con las manos atadas”
Pero si bien la inseguridad, los bajos sueldos y la politización complican la labor de estos médicos venezolanos, ellos dicen que nada les perjudica más su día a día que la escasez de medicamentos e insumos.
Cuando BBC Mundo estuvo en el Universitario, no había soluciones ni material para suturas ni reservas de sangre para transfusiones.
Incluso el gorro que nos dieron para entrar al quirófano –donde de manera encubierta vimos una sala repleta de equipos fuera de servicio– era en realidad un forro para zapatos.
Los doctores deben llevar sus propias computadoras si no quieren escribir una historia clínica a mano y, de no tener celulares, no podrían comunicarse con sus colegas en los otros pisos ni tomarles fotos a las radiografías, porque no hay papel ni impresoras.
“Estamos con las manos atadas”, dice, frustrado, el doctor Joseph Sáez, que trabaja en el área de cirugías.
“Somos incapaces de hacerle bien a los pacientes“, se queja, para poner el ejemplo de los enfermos de diabetes, que al no haber soluciones fisiológicas son tratados con soluciones glucosadas e insulina, una maniobra que si bien detiene una crisis, tiene consecuencias graves a largo plazo para la vista, la tensión y el corazón, entre otros.
“No tenían por qué fallecer”
La doctora Ortiz nos cuenta que ha llegado a sentarse a llorar por la impotencia de no poder sanar a pacientes que, dice, “no tenían por qué fallecer“.
Y recuerda la ocasión en que estuvo 18 horas buscándole insumos y antibióticos por todo el hospital a un paciente que tenía una infección, hasta que murió.
También evoca el día en que, a falta de ventiladores mecánicos, un paciente con un paro respiratorio debió ser ventilado manualmente durante 24 horas por varios doctores hasta que las manos se les encalambraron y el paciente murió.
Los médicos del Universitario han recibido charlas de psiquiatras para enfrentar el impacto emocional que implica la situación actual.
“Muchos hemos entrado en un estado de depresión“, afirma Ortiz.
“No queremos ir al hospital porque va a llegar un paciente y yo no voy a tener con qué atenderlo”.
“La gente se muere en tu cara y tú debes ir a decirle a la familia que su pariente murió porque no había con qué tratarlo“, lamenta.
Y concluye: “Es un sentimiento de impotencia”.
Fuente: BBCmundo