“Una persona llama a un jardinero y cuando este llega a su casa se percata de que era un chico de 16 años aproximadamente. Le llamó la atención de que una persona tan joven ya se preocupe por trabajar y generar sus propios ingresos y lo tomó como positivo (…) En un momento dado, el chico le pide el teléfono para hacer una llamada a otro cliente, conversación que también escucha el dueño de la casa porque estaba en la misma habitación. El chico le pregunta a la señora que le atiende si es que necesita un jardinero, a lo cual le dice que no; le dice que también además de podar también tira la basura, a lo cual la mujer le responde que su jardinero también hace eso; el joven insiste y le dice que limpia y lubrica todas las herramientas que utiliza, a lo cual la señora le dice que su jardinero también hace eso. Pero el chico siguió insistiendo que él de forma inmediata, a lo cual la señora contesta que también su jardinero hace todo eso; para terminar el joven le mencionó que su precio es de lo mejor, ante lo cual la mujer le dice ‘no, gracias'”, relató Ovelar en diálogo con La Unión.
Finalmente, el dueño de casa le pregunta al joven si perdió un cliente, a lo cual le responde: “No, en realidad esta señora hace rato es mi cliente y le llamé a ella para chequear cuál es la opinión que tiene sobre mi persona”. Ovelar subrayó que esa es la importancia que él busca resaltar en cuanto al monitoreo que deben realizar las empresas para saber qué piensan sus clientes sobre sus productos y servicios. “Esa es la anécdota que siempre cuentan como enseñanza los académicos y teóricos”, expuso.
Mencionó que toda empresa dedicada al marketing y la publicidad debe aplicar siempre la fórmula AIDA: Atención, Interés, Deseo y Acción. “Primero se debe despertar atención. Si no se despierta atención, no puede haber interés. Después viene el deseo y por último es la acción. Se debe prestar importancia a la atención al cliente”, dijo Ovelar.