El fatal destino de estas dos jóvenes turistas argentinas, asesinadas a finales de febrero en Ecuador, podría haber sido el de Acosta, el tuyo o el de cualquier otra mujer del mundo. Eran mujeres, jóvenes, independientes y viajaban “solas”.
Algo que se convirtió en su condena. Guadalupe Acosta, una estudiante de comunicación de la Universidad Católica e hija de los periodistas Menchi Barriocanal y Oscar Acosta, ha querido con su carta rendir un homenaje a las fallecidas y alzar la voz contra un fenómeno que, a diferencia de lo que pueda pensarse, va a más.
Las cifras que maneja la ONU son alarmantes y espeluznantes: una de cada tres mujeres sufre violencia física o sexual (33%), pero esta cifra se eleva en algunos países del mundo hasta el 70%, es decir, siete de cada diez. Los agresores son, en muchas ocasiones, los maridos o compañeros sentimentales, pero en otras muchas desconocidos convencidos de su superioridad sobre sus víctimsa por una mera cuestión de género. Menegazzo y Coni son dos de las últimas víctimas. En su caso, fueron unos desconocidos los que acabaron con su vida. Posiblemente porque ellas, en uso de su libertad, dijeron ‘no’ a una proposición. La policía de Ecuador tiene ya detenidos a los dos presuntos autores del crimen. Muchos medios de comunicación locales enfocaron la noticia haciendo hincapié en la juventud de las chicas, en el hecho de que eran “mochileras” o en que viajaban “solas”. Una idea que Acosta intenta erradicar con su carta. Se puede ser mujer, viajar sola y no tener que morir por ello.
LEÉ LA CARTA QUE ESCRIBIÓ GUADALUPE:
Ayer me mataron.
Me negué a que me tocaran y con un palo me reventaron el cráneo. Me metieron una cuchillada y dejaron que muera desangrada.
Cual desperdicio me metieron a una bolsa de polietileno negro, enrollada con cinta de embalar y fui arrojada a una playa, donde horas más tarde me encontraron.
Pero peor que la muerte, fue la humillación que vino después.
Desde el momento que tuvieron mi cuerpo inerte nadie se preguntó donde estaba el hijo de puta que acabo con mis sueños, mis esperanzas, mi vida.
No, más bien empezaron a hacerme preguntas inútiles. A mi, ¿Se imaginan? una muerta, que no puede hablar, que no puede defenderse.
¿Qué ropa tenías?
¿Por qué andabas sola?
¿Cómo una mujer va a viajar sin compañía?
Te metiste en un barrio peligroso, ¿Qué esperabas?
Cuestionaron a mis padres, por darme alas, por dejar que sea independiente, como cualquier ser humano. Les dijeron que seguro andabamos drogadas y lo buscamos, que algo hicimos, que ellos deberían habernos tenido vigiladas.
Y solo muerta entendí que no, que para el mundo yo no soy igual a un hombre. Que morir fue mi culpa, que siempre va a ser. Mientras que si el titular rezaba fueron muertos dos jóvenes viajeros la gente estaría comentando sus condolencias y con su falso e hipócrita discurso de doble moral pedirían pena mayor para los asesinos.
Pero al ser mujer, se minimiza. Se vuelve menos grave, porque claro, yo me lo busqué. Haciendo lo que yo quería encontré mi merecido por no ser sumisa, por no querer quedarme en mi casa, por invertir mi propio dinero en mis sueños. Por eso y mucho más, me condenaron.
Y me apené, porque yo ya no estoy acá. Pero vos si estas. Y sos mujer. Y tenes que bancarte que te sigan restregando el mismo discurso de “hacerte respetar”, de que es tu culpa que te griten que te quieran tocar/lamer/ chupar alguno de tus genitales en la calle por llevar un short con 40 grados de calor, de que vos si viajas sola sos una “loca” y muy seguramente si te paso algo, si pisotearon tus derechos, vos te lo buscaste.
Te pido que por mí y por todas las mujeres a quienes nos callaron, nos silenciaron, nos cagaron la vida y los sueños, levantes la voz. Vamos a pelear, yo a tu lado, en espíritu, y te prometo que un día vamos a ser tantas, que no existirán la cantidad de bolsas suficientes para callarnos a todas.