El sonido de los niños gritando y el traqueteo de las bicicletas en el pavimento después de 44 días encerrados ofreció una primera muestra de un regreso gradual a la vida normal en el país que tiene el segundo mayor número de infecciones confirmadas, detrás de Estados Unidos.
“¡Estoy en la gloria! ¡Por favor! ¡Seis semanas! No me lo podía creer”, dijo en Barcelona Susana Sabaté, madre de gemelos de 3 años. “Son niños muy movidos. Hoy cuando han visto la puerta de la casa, los patinetes, se han emocionado”.
Cautelosos de encender nuevos brotes de infección, las naciones de todo el mundo han estado tomando caminos diversos sobre cuándo reabrir sus economías después de semanas de paralización debido a los cierres con el objetivo de frenar el coronavirus.
La cantidad de muertes atribuidas oficialmente al nuevo coronavirus ha superado las 200.000 en todo el mundo y al menos 2,9 millones de personas han sido infectadas, según un recuento de la Universidad Johns Hopkins. Muchos creen que esas cifras subestiman el verdadero costo de la pandemia, debido a las pruebas limitadas, los problemas para contar a los muertos y acciones de algunos gobiernos para minimizar sus brotes.
Dos semanas después ser dado de alta del hospital, el primer ministro británico Boris Johnson tenía previsto regresar al trabajo el lunes tras recuperarse de COVID-19, anunció su oficina.
El mandatario de 55 años, que estuvo una semana hospitalizado, regresaría el lunes a la oficina. Políticos opositores pidieron más claridad sobre cuándo relajaría el gobierno la cuarentena nacional, aplicada al menos hasta el 7 de mayo.
Algunos estados de Estados Unidos suavizaron sus restricciones, mientras que Hawai amplió hasta finales de mayo su orden de confinamiento y la policía de California cerró un parque porque estaba demasiado concurrido.
Mientras los asesores del presidente Donald Trump trabajaban para centrar el mensaje del mandatario menos en el virus y más en la crisis económica que ha provocado, el doctor Anthony Fauci, del Instituto Nacional de Salud, advirtió sobre el riesgo de actuar con demasiada prisa.
“Se oye mucho sobre la necesidad y el deseo de volver a la normalidad. Eso es comprensible”, dijo. “Si no lo controlamos, nunca volveremos a la normalidad. Sé que queremos, pero tenemos hacerlo correctamente”.
Los diferentes países recorrían un terreno incierto, tratando de evitar un repunte del virus y de proporcionar alivio económico y psicológico para la gente recluida en casa. Millones de personas perdieron sus empleos, y en muchos lugares los trabajadores inmigrantes y los pobres se vieron especialmente afectados. De Berlín a Texas, se registraron protestas contra las restricciones.
India permitió este fin de semana que abrieran los comercios de proximidad, aunque no en lugares más afectados, donde se decretaron cuarentenas. La vecina Sri Lanka reintrodujo una cuarentena nacional hasta el lunes tras un levantamiento parcial.
En la ciudad china de Wuhan, donde comenzó la pandemia, todos los grandes proyectos de construcción reanudaron sus actividades, según las autoridades, que intentaban retomar la producción manufacturera y otras actividades tras dos meses y medio de confinamiento.
El brote había remitido en gran parte en China, que reportó el domingo 11 nuevos casos confirmados, sin nuevas muertes.
Corea del Sur, que relajó hace poco algunas normas de distanciamiento social, registró su noveno día seguido con menos de 20 casos nuevos. La pequeña ciudad estado de Singapur, sin embargo, reportó 931 casos nuevos en su lucha contra un brote entre trabajadores inmigrantes alojados en residencias.
En Europa, España se sumó a Italia y Francia al prepararse para suavizar restricciones a principios de mayo, mientras que Gran Bretaña evitaba por el momento hacer cambios en sus medidas mientras la cifra de fallecidos en el país superaba los 20.000. El número no incluye los muertos en residencias, que se cree se cuentan por millares.
Con información de The Associated Press.