Dominar el arte de hablar en público resulta indispensable para desarrollarse con éxito tanto en el ámbito personal como en el profesional. Sin embargo, muchas personas enmudecen solo de pensar en la idea de tomar la palabra delante de otros.
Miguel Figueroa, un biólogo peruano dedicado al estudio del comportamiento humano, la neurocomunicación y el lenguaje no verbal, tiene el remedio. En su nuevo libro, titulado ‘Rompe el miedo y habla en público: Los secretos del lenguaje no verbal’, reúne serie de técnicas para superar el miedo a hablar ante un auditorio y descubrir el placer de expresarnos, informa el portal Cafe Society:
– Sentarse durante una presentación brinda estabilidad física y mental. De cara a los demás, mostrará que estás tan seguro que no necesitas estar de pie para dominar el espacio.
– Caminar presionando los pies, de forma que el contacto de la planta del pie con el piso sea desde el talón a la punta, evitando presionar solamente las puntas (la típica forma de caminar relacionada con el miedo).
– Apoyar los pies en una mesa. Conviene realizarlo en un ambiente privado (para no proyectar una idea equivocada) y antes de hacer la presentación durante un par de minutos. Esto nos permitirá transmitir a nuestro cerebro que estamos relajados.
– Mostrar las plantas de los pies. Mostrar la suela del zapato es un mensaje de comodidad (ya que siempre buscamos protegerla) y generará una reacción hormonal en cadena favorable para la relajación.
– Llevar la camisa remangada. Para de enviar al cerebro un mensaje de seguridad, conviene exponer las manos (muchos las ocultan por miedo o por sentirse vulnerables).
– Manos en forma de pirámide. Esta postura equilibrada es la más adecuada para decir cosas concretas, transmitir mensajes profundos, reflexionar o cerrar negociaciones.
– Manos con los dedos estirados. Esta postura transmite al cerebro la sensación de que somos activos y de que estamos en permanente actividad.
– Utilizar una barrera con el objetivo de mostrarle al cerebro que no estamos absolutamente expuestos y desarmados. Para crear este “placebo de protección” puede servirnos, por ejemplo, un apuntador.