Nacimiento artificial de un bebé, una batalla entre lo natural y lo postizo

El futuro nos ha alcanzado, pero trajo consigo una serie de problemas morales y éticos entre individuos. Hoy tenemos tecnologías que antes sólo parecían un chiste o película de ciencia ficción; impresiones en tercera dimensión, órganos cultivados en laboratorios, prótesis de extremidades o cirugías con robots son cosas que nos afirman que la ciencia se acerca cada vez más a replicar partes y funciones del cuerpo humano.

Una función del cuerpo humano deseada a imitar por cientos de científicos en el mundo es la gestación humana. Los artefactos que permitan el desarrollo del bebé fuera del útero son un sueño que puede hacerse realidad.

vientres artificiales

*Fuente: El Blog de la Salud.

Sin embargo. aún estamos lejos. Algunos elementos importantes de la interacción entre la madre y el feto aún siguen siendo todo un misterio. No obstante, hace poco un grupo de científicos anunció la creación de un útero artificial en el que las ovejas nacidas prematuramente lograron crecer durante un mes.

Esto no quiere decir que ya pueda funcionar de la misma forma para la raza humana, no por lo menos hasta dentro de tres a cinco años, tiempo que se prevé para iniciar ese tipo de pruebas con fetos en laboratorio.

Pero como todo avance científico en humanos, siempre hay una línea delgada entre lo natural y lo artificial. Pongámoslo así: si un vientre artificial para los bebés prematuros llega a tener éxito, eso podría tener consecuencias legales y éticas de largo alcance.

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*Fuente: The New York Times.

Hoy, en pleno 2017, las incubadoras son un artefacto que ayuda a mantener la vida de un bebé prematuro que no pudo continuar con el proceso de gestación. Con frecuencia escuchamos acerca de los “bebés milagro” que, a pesar de haber nacido prematuramente y con un peso muy bajo, vencen los pronósticos y sobreviven.

Eso es un lado romántico, pero la realidad es que esos casos son muy poco frecuentes entre los bebés nacidos antes de la semana 23, ya que su probabilidad de sobrevivir disminuye antes de las 22 semanas. Entre estos, la tasa de mortalidad es superior al 50 por ciento, pero tienen una probabilidad del 70 al 90 por ciento de experimentar complicaciones graves, como parálisis cerebral, deficiencia mental y ceguera.

Pero suponiendo que esos bebés fueron “milagro” y  lograron sobrevivir en la incubadora, aún pueden tener problemas o defectos de por vida que requieran apoyo, incluyendo terapia física, ocupacional y del lenguaje.

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*Fuente: The New York Times.

¿Entonces que tendría de malo un avance científico que ayude a evitar todo eso? Analizándolo no habría problema alguno, sin embargo el dilema ético surge cuando se aplica de manera inapropiada la tecnología para extender los límites de lo viable.

Hay que ver en ideología social eso, ya que un bebé alimentado en un útero artificial no sería igual al “feto sano y feliz en el vientre de mamá”, más bien se le vería como el bebé extremadamente prematuro nacido hoy y mantenido vivo mediante tecnología: un bebé artificial, aseguran expertos.

Otro de los cuestionamientos que han hecho sobre el vientre artificial es el vínculo con los padres. Esto significaría que si alguien tuviera la oportunidad de optar por un vientre artificial, le resultaría difícil renunciar a los primeros contactos con su hijo/a. Del lado científico hay estudios que han demostrado que la interacción con los padres resulta en un mejor desarrollo de los bebés prematuros.

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*Fuente: Vicente Rendón.

Lo cierto es que lejos de las batallas éticas y morales, los bebés extremadamente prematuros enfrentan una batalla cuesta arriba mientras se ajustan a la vida fuera del útero, con problemas como un par de pulmones que no están completamente desarrollados, necesidades nutricionales específicas, problemas de neurodesarrollo y un riesgo constante de infección.

“Idealmente, un útero artificial podría controlar esas y otras complicaciones brindando un ambiente controlado para reducir la pérdida de energía y apoyar el crecimiento al limitar la exposición a bacterias y hongos, además de minimizar los riesgos de infección”, asegura al New York Times James Fritzell, director clínico en el Hospital Miller del Niño y la Mujer en California.

Expertos coinciden en que a pesar del potencial de ese tipo de tecnología, está aún lejos de su uso clínico, no por los avances, sino por esa batalla entre lo natural y lo artificial.

 

 

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