De migrantes a refugiados: ¿cambia el flujo de centroamericanos que atraviesa a México?

La Arquidiócesis Primada de México lanzó un editorial en el que llama “traidores a la patria” a los empresarios mexicanos que participen en la construcción del muro que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, desea erigir en la frontera sur de su país.

Sin embargo, ciertos representantes de la Iglesia mexicana trabajan en el ámbito migratorio mucho antes de que sus superiores se preocuparan por el asunto y atienden las necesidades de quienes abandonan sus países y atraviesan México —que ha deportado a 300.000 centraomericanos desde 2014— para buscar una vida mejor.

El sacerdote jesuita Conrado Zepeda, coordinador de un albergue para migrantes en tránsito de Frontera Comalapa (Chiapas), muy cerca de Guatemala, ha contribuido al cambio de patrón de migrantes a refugiados.

En entrevista, relató la realidad de los migrantes provenientes de Honduras, Nicaragua, El Salvador y Guatemala.

¿A qué tipo de personas reciben los jesuitas en los albergues de Frontera Comalapa?

Hay que saber distinguir entre un migrante y un refugiado, porque hay un cambio que ya se ve en diversos albergues del país. Ayer, con la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) hablaba de la disminución de los flujos de migración. En Tapachula el trabajo para migrantes se está reduciendo y cambia a atender refugiados.

Los migrantes, algunos sin saberlo, salen por una situación de violencia y huyen de Honduras, Guatemala y El Salvador para ir a un lugar más seguro. En México se les hace saber que tienen derecho de asilo, ya que el refugiado no puede regresar a su país porque su vida corre peligro.

La culpa es del incremento de la violencia de los narcoestados de Honduras y de El Salvador a través de las maras y del control de territorio, pero en Guatemala también existe este tipo de violencia que expulsa grupos, personas y familias. Hay un flujo cada vez mayor para recibir a aquellos que solicitan asilo en México.

Foto: Reuters.

El efecto Trump también influye en la conciencia de las personas. Ahora ven cómo cierran el paso a los refugiados allá. La embestida mediática del muro hace que la gente trate de buscar refugio en México. Para 2017 habrá 20.000 refugiados en el país. Por ello se está invirtiendo tiempo y dinero para prepararnos en la frontera sur.

¿Cuáles son las necesidades de estas personas y los retos a los que se enfrentan?

Hay necesidades muy amplias que no contempla la ley mexicana. Si no tienen un papel que certifique su estatus de refugiados no pueden acceder a servicios médicos. A las mujeres embarazadas, a menos que estén de ocho meses la norma no las protege. La legislación también indica que niños y jóvenes pueden recibir educación primaria, secundaria y preparatoria, pero los directores de los centros escolares no los aceptan. Es una lucha constate, de salud y educativa. La ley es buena, aunque su aplicación en la vida cotidiana no. Se habla del fenómeno migratorio y de asilo como atenuante, pero en los hechos el asunto es complejo.

También hace falta trabajar con las personas, porque en la frontera sur hay mucha inconsciencia: se piensa que los migrantes son personas que delinquen. Ven a alguien de El Salvador y se aprovechan para darle trabajo sin pagar. Aunque la mitad de Frontera Comalapa son hijos de guatemaltecos, hay mucho estigma.

La campaña “Hospitalidad” hace hincapié en que no todos los migrantes delinquen y hay que darles la bienvenida. En Tapachula, el Ayuntamiento apresó a 220 personas por las protestas contra el “gasolinazo”: 190 eran migrantes. La Policía estaba cerca, pero no detuvo a quienes saquearon, sino a los migrantes y a quienes protestaban.

Qué efectos tiene el enfoque del Gobierno mexicano en los propios migrantes?

En enero, el Gobierno de Estados Unidos se reunió con el mando mexicano en Tapachula, por algo lo hicieron. Nosotros decimos que hay un incremento de la militarización. En la frontera con Guatemala no hay muros y bardas altas y visas, al estilo gringo: aquí no hay sellos. La gente pasa como un flujo natural, hay puerta abierta y la gente cruza por cientos de puntos, pero sí hay más controles itinerantes y permanentes en ciertos lugares. Hay presencia de agentes de inmigración y Policía Federal. Algunos extorsionan y otros intimidan.

Los flujos han cambiado. Antes, los migrantes viajaban por donde cruzaba el tren; hoy, el peligro es mayor y van por otros lados.

¿El cambio en el patrón migratorio comenzó con la llegada de Trump?

Dificultades como la extorsión, que les roben sus teléfonos y llamen a sus familias ya existían y se acentuaron cada vez más con los grupos delictivos en las rutas del tren, pero sí ha aumentado la agresión psicológica con esta campaña de los medios de Trump. Este 25 de enero, las órdenes ejecutivas relacionadas con la expulsión de gente y un muro, además del aumento de hasta 10.000 oficiales de Patrulla Fronteriza, generaron miedo de no llegar a Estados Unidos y la intención de quedarse en México.

La Iglesia ha lanzado un comunicado en el que llama “traidores” a los mexicanos que participen en la construcción del muro. ¿Desde cuándo trabaja con migrantes esa institución?

Desde el Concilio Vaticano II los jesuitas, que tienden a ir hacia las fronteras, abrieron el servicio jesuita a refugiados. Posteriormente, vino su atención a migrantes.

Nuestra inspiración posee un tinte espiritual: vemos a Jesús en el rostro de estos nuevos crucificados, independiente de su nacionalidad, creencia religiosa, tendencia política o tendencia sexual. Recibimos a personas que sufren una violencia sistemática, política y económica de exclusión. Un 60 % son protestantes, pero para nosotros no hay diferencia. Algunos no saben cómo persignarse, pero les digo que no tienen por qué hacerlo, debido a que el servicio es igual para todos.

Ofrecemos una ayuda comunitaria psicoespritual, jurídica y humanitaria. Se trata de un enfoque inventado aquí para que cuando, por ejemplo, una mujer es violada, primero se recupere y, cuando esté lista, mostrarle alternativas para afrontar su situación y que ella decida qué hacer. La comunidad abre un comedor de lunes a sábado y están los albergues San José —para migrantes en tránsito— y San Rafael, exclusivo para refugiados con estadía larga, donde han llegado a alojarse hasta musulmanes.

Con información de RT en español.

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