Brasil pierde la guerra frente al zika por falta de dinero e inoperancia

En mayo pasado, cuando se empezaban a detectar los primeros casos de zika en Brasil, las ciudades que estaban en el epicentro de la epidemia dejaron de recibir las provisiones de insecticidas necesarias para eliminar a los mosquitos.

En Campina Grande, una ciudad de unos 400.000 habitantes, la escasez continuó incluso después de que la presidenta brasileña Dilma Rousseff declarara el estado de emergencia sanitaria a nivel nacional el pasado 11 de noviembre.

La carencia de insecticida para atacar las larvas de los insectos es apenas una de muchas irregularidades del sistema de salud público brasilero, que paralizó la capacidad de Brasil para manejar el brote del zika y el aumento de nacimientos de bebes con un extraño defecto congénito que se presume que está vinculado al virus.

En el marco de un recorrido realizado en varias ciudades y pueblos del noreste de Brasil, la agencia de noticias The Associated Press (AP) descubrió que los hospitales públicos están a la espera de los recursos necesarios para combatir el virus mientras que los funcionarios de salud luchan por su cuenta en un intento por compensar las carencias.

“En 19 años de trabajo en control ambiental nunca había visto tanta desorganización como la que estoy viendo ahora”, dijo dijo Rossandra Oliveira, que gestiona el control de mosquitos en Campina Grande.

El culpable más inmediato de la situación es la recesión más profunda que haya vivido el Brasil desde la década de 1930, que obligó a la economía más grande de América Latina a apretarse el cinturón. Pero expertos consultados dicen que el fracaso colectivo para hacer frente a flagelos de larga data como la corrupción, la desigualdad y la crónica escasez de recursos para el sistema de salud pública también es responsable.

Si solucionar esos problemas de larga data no eran ya de por sí un reto difícil, Rousseff ahora debe afrontarlo en momentos en que lucha por su supervivencia política. Esta semana, miles de brasileños salieron a las calles para exigir su renunciar en una crisis que ahora alcanza a su mentor, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva.

El ministro de Salud, Marcelo Castro, negó que la escasez de insecticidas de 2015 fuera grave. Dijo que se trataba de casos aislados, de corta duración y que coincidieron con un período más frío que redujo la reproducción de los mosquitos. También dijo que el envío de los insecticidas se había normalizado desde que él asumió el cargo de ministro en octubre.

“Hemos hecho un gran esfuerzo para asegurar que no haya carencia de insecticida para larvas en ningún lugar de Brasil”, dijo en una entrevista.

Créditos: AFP

Comentarios